viernes, 26 de enero de 2018



                         EL GALLO DEL CARNAVAL

En algunos lugares dos tipos manipulaban la cuerda para complicar más el juego.

El gallo era uno de los “personajes” centrales de la fiesta del Carnaval. Muchos pueblos de España contaban con ritos en los que el gallo estaba presente. Pero, poco a poco, en parte por la estrecha vigilancia de la iglesia, que trataba de eliminar o de asimilar a lo religioso todo aquello que tenía tufillo pagano; en parte por las circunstancias políticas, que durante la Dictadura restringieron de modo drástico ciertos actos de la fiesta de carnestolendas, y, sobre todo, por el cambio de mentalidad de las últimas décadas que propugna el respeto a los animales, lo cierto es que el gallo ha quedado prohibido en los festejos carnavalescos.

El gallo colgado; todo un espectáculo...cruento.

Julio Caro Baroja, en su obra El Carnaval, realiza un profundo análisis de la simbología de estas fiestas. Cita a muchos pueblos en los que el gallo se erigía en símbolo del Carnaval. La tradición procede en gran parte de Castilla la Vieja, especialmente de las provincias de Burgos y Soria, aunque estaba bastante generalizada. Llama la atención también la extensión de estos ritos ancestrales con el gallo a la comarca de la Alcarria, aunque no nos extraña, pues la repoblación de estas tierras se realizó con personas procedentes de las dos provincias citadas.

En la actualidad ha cambiado mucho la relación del hombre con los animales.

El “juego de gallos” ofrecía (hoy está en trance de desaparición en la mayor parte de los pueblos) varias modalidades: el testamento del gallo, en el que se leían en tono jocoso las últimas voluntades que dejaba el pollo antes de morir; correr los gallos, bien a pie bien a caballo con el objetivo de herirlos con espada o de arrancarles la cabeza; la gallofada, que consistía en pedir por el gallo; el juicio al gallo, suerte de dramatización cómica, y el gallo colgado o enterrado al que acometían, en algunos lugares las mozas, y en otros, como en Cuevas, cualquier persona.

Es difícil precisar cuál era el simbolismo del gallo en la fiesta de Carnaval. Cada pueblo lo adaptó a sus necesidades, pero desde muy antiguo este animal se asocia a la fertilidad, a la arrogancia, a la altivez y al apetito sexual. Por ello no es de extrañar que su sacrificio ritual se produzca durante el Carnaval, víspera de la Cuaresma, tiempo en que los fieles deben alejarse de la soberbia , el engreimiento y la lujuria. El gallo simboliza, por tanto, los pecados que hay que vencer.

El gallo simboliza la arrogancia, la altivez y el apetito sexual.

En Cuevas de Velasco, fue seguramente la Hermandad de Ánimas la que aprovechó este rancio rito del gallo como un medio más de obtener fondos. Pero no tenemos la menor duda de que para encontrar los orígenes de esta ancestral costumbre hay que perderse en la noche de los tiempos.

El Domingo del Gallo, anterior al Martes de Carnaval, se colgaba el gallo de una cuerda y todo aquel que quería probar suerte, con los ojos vendados, y mediante el pago de una pequeña cantidad, blandía una espada e intentaba liquidar al ave mediante un certero mandoble. El espectáculo era muy popular. La plaza de Cuevas reventaba de gente y un tambor bordoneaba ora por acá ora por allá, para desorientar al de la tizona y para distorsionar las inevitables pistas que algunos espectadores se empeñaban en apuntar por lo bajo.

Heredaron de la cultura española la tradición de los juegos de gallos.

El lunes, si el bicho seguía con vida, se introducía en un agujero practicado en el suelo, mostrando solo la cabeza por una rendija tan estrecha que no podía ocultarla. En este caso el vendado tomaba una vara y tras ser obligado a dar varias vueltas para que perdiera la orientación, salía en busca del animal, midiendo el número de pasos que previamente había calculado que separaban la linea de salida del objetivo. Y seguía el espectáculo…

Con frecuencia la muerte del pollo era lenta, hasta el punto de que los encargados de la diversión debían hilar fino para saber si el animal aún seguía con vida. A veces, el goteo de sangre, consecuencia de algún sablazo o un garrotazo al respabilón, así como la inmovilidad del animal, animaban al tapado a reclamar el ave para sí. Entonces hurgaban al pobre y el gallo comenzaba a aletear y a expresar su queja lastimera que lo reducía de dueño y señor del gallinero a objeto de mofa y alborozo de la gente. 

La soga para colgar el gallo se tendía entre el balcón del Ayuntamiento y el balcón de la casa del tío Rafael.

Huelga decir que el afortunado que mataba el gallo se lo adjudicaba como trofeo para darse un festín con su familia o con sus amigos.

Costumbres bárbaras, cierto, pero no es menos cierto que hay que ser indulgentes con las gentes de otros tiempos y con sus atavismos. Habría que ver cómo juzgarán las generaciones venideras ciertos comportamientos y costumbres de nuestro tiempo…

Las piñas de Carnaval, deliciosa repostería de Cuevas.

Los festejos con el gallo de protagonista son muy antiguos. Lo prueba el hecho de que se exportaron a América junto a otros rasgos de la cultura española.

Difícil, por no decir imposible, sustituir al gallo, no solo porque un muñeco gallináceo o una imagen virtual no serían igual, sino, sobre todo, porque aquel era un espectáculo cruento, y posiblemente fuera esta condición la que lo hacía más atrayente.

El Carnaval venía muchos años asociado al mal tiempo.
Nota. Si algún lector cuenta con fotos antiguas del gallo de Carnaval, le ruego me las envíe. Gracias.

lunes, 15 de enero de 2018


POBLACIÓN   EN   LA   ALCARRIA






Ya advertimos en este blog no hace mucho tiempo del alarmante desplome de la población en la Alcarria conquense. Y el problema no viene de ahora, claro, sino que se trata, más bien, del final de un proceso que acabará en un par de décadas por dejar más de la mitad de los pueblos desiertos y la otra mitad con un futuro muy negro.

Los datos, extraídos de los balances anuales de población que se publican en el portal La Alcarria es Más, deja bien claro cuál es el panorama. En tan solo dos años La Alcarria de Cuenca ha perdido más del 6% de su población.

Los casos de Cañaveras, Canalejas del Arroyo, Huete, Priego ,Villas de la Ventosa o el mismo Villar y Velasco son muy preocupantes. 

De los 42 municipios alcarreños de la provincia de Cuenca (que agrupan a 68 villas y aldeas), tan solo uno, Huete, supera los mil habitantes, y nada menos que 17 se mueven ya en los dos dígitos, lo que augura un futuro inmediato más que negro, pues no se vislumbra relevo alguno. La caída demográfica va en picado, y lo peor es que no se aprecia signo alguno de que pueda revertirse esta tendencia.

Los medios y resortes para frenar esta hecatombe no están al alcance de la gente de los pueblos. El componente humano que puebla estos pequeños núcleos lo forman en su mayor parte ancianos, algunos campesinos que bastante hacen con subsistir tal como andan las cosas, y un puñado de pastores. La palabra la tienen los políticos, pero mucho nos tememos que las acciones llegarán tarde, cuando nuestros pueblos sean montones de ruinas de los que se enseñoreen los zarzales y los escaramujos.

Me temo que para salvar estos pueblos habrá que ser imaginativos, pues veo cómo las acciones emprendidas hasta ahora no están ajustadas a la problemática de esta tierra. 

El CEDER , Centro de Desarrollo Rural, que dirige sus acciones a la comarca de la Alcarria conquense y cuyos propósitos, nadie lo duda, son encomiables, lleva casi 24 años estudiando la comarca y tratando de promover cualquier tipo de acción que permita conservar los bienes culturales, tanto tangibles como intangibles, así como intentando atraer hacia esta zona deprimida los recursos necesarios para su sostenimiento y despegue. Y nos consta que se han hecho cosas, pero, a pesar de todo, ya lo ven, el derrotero que siguen estos pueblos va directo al abismo de la desaparición.

Ahora, una vez más, las administraciones ofrecen , poco, pero ofrecen, la oportunidad de participar en algún proyecto. A través del plan llamado Estrategia de Inversión Territorial Integrada (ITI) se ofrece a los ayuntamientos, mancomunidades, diputaciones…, la posibilidad de presentar proyectos para nuevas actividades en áreas deprimidas. 130 millones de euros no son mucho, máxime si, como entendemos, la oferta se ha hecho extensiva a toda la provincia. 

Leemos las bases y descubrimos la condición que no puede faltar en estos concursos: la administración cubrirá el 80% del coste del proyecto y el municipio o entidad solicitante deberá aportar el 20% restante. Pero, claro, esto (disculpen ustedes mi ignorancia supina) es como si yo le propongo un negocio de cien mil euros a un pobre de solemnidad y le digo que él debe aportar el 20%, es decir, 20 mil euros…

El llamado Grupo de Despoblación CEDER Alcarria Conquense, como organismo buen conocedor de la comarca, será el árbitro de este concurso.

En fin, a partir de febrero se publicará la convocatoria en el boletín de la Comunidad. Veremos en qué para esto. 





viernes, 12 de enero de 2018





             ANTIGUOS CAMINOS DE CUEVAS DE VELASCO


Los Caminos que antaño comunicaban Las Cuevas de Velasco con los pueblos vecinos y con las dos ciudades más importantes de la zona, Huete y Cuenca, eran vías en pésimas condiciones por las que circular, especialmente en invierno, era poco menos que imposible. 

Pascual Madoz, en su celebérrimo diccionario, ya advertía en el siglo XIX que el pueblo contaba con caminos impracticables.

Los caminos antiguos no tenían firme alguno. Se trataba de pistas que surcaban la vega o serpenteaban por las montañas adaptándose a los accidentes del terreno.

Nos detendremos en esta ocasión en cinco de las vías radiales que partían de Las Cuevas: el camino viejo de Villar del Maestre, el Camino de Valdecolmenas por el monte de Abajo, el camino de la Ventosa por el Chorrillo, El camino de la Virgen y el camino de Cuenca. Queremos dejar memoria aquí de estos recorridos, usados durante al menos siete siglos, antes de que se borren definitivamente sus huellas.

CAMINO DE VILLAR DEL MAESTRE

Contra lo que muchos jóvenes pensarán, el camino viejo de Villar del Maestre no discurría por la actual carretera. Su trazado salía del pueblo por la callejuela de las eras, atravesaba El Llano por la ermita de la Inmaculada Concepción, pasaba ante la puerta del cementerio y de allí, se dirigía hasta la ermita de la Resurrección, del Villar. Finalmente descendía al pueblo vecino por la senda que desemboca en las inmediaciones de la iglesia.

Este camino contaba con diversas variantes, ya que algunos viandantes subían por La Noguerilla hasta unirse a la vía descrita en el mojón del límite de ambos pueblos. 

Este viejo camino era usado por arroperos que venían a hacer compras o a realizar negocios. También era frecuente que, desde la carretera de la estación tomaran esta vía por el Vallejuelo o por las cuevas del Terrero. Mucha gente de Cuevas usaba esta comunicación cuando iba a las fiestas de san Gil.

CAMINO DE VALDECOLMENAS

Grupo de senderistas en el Corral del Pollo, lugar por donde pasa el camino viejo a Valdecolmenas.

Para dirigirse a Valdecolmenas de Abajo desde Las Cuevas, en verano estaba la opción de la vega, pero en invierno y con barro no era recomendable. Entonces solía tomarse el camino del monte de Abajo. Se tomaba en el Lavadero, se subía por el collado de El Otero y luego se ascendía al monte por El Escalón (este camino se conserva aún). Una vez en el monte, o bien se buscaba directamente la pista o bien se rodeaba un poco por el llamado Corral del Pollo y desde allí se atravesaba toda la pinada. Después de Cabezas Albas y la Edesa de Castillejo, el descenso era algo brusco y peligroso. La senda que descendía está prácticamente perdida. Se cruzaba el río por el actual puente y se ascendía al pueblo de Valdecolmenas.

Trazado del camino de Valdecolmenas, desde El Otero
Vista del pueblo desde El Otero

Muleteros, vendedores, mozos que iban a la fiesta y diversas personas con misiones comerciales eran los usuarios más habituales de este itinerario boscoso. 

CAMINO DE LA VENTOSA POR EL CHORRILLO

Para tomar el Antiguo camino de La Ventosa, los arrieros, segadores, Guardia Civil y todo aquel que hacía la ruta a pie o a lomos de caballerías, salía desde El Castillo o bien desde la calle de La Traviesa o la Cruz del Cura, yendo a parar por el camino de la vega, actual carretera, al Pez, desde donde se atravesaba el río por un antiguo puente de madera que allí existía. Después se tomaba el camino del Chorrillo (en pésimo estado actualmente), pasando al lado de la fuente del mismo nombre. Finalmente se cruzaba La Sierra y se hacía el descenso hacía la vega de La Ventosa, tomando la actual carretera a la altura de la Fuente de Juan Tieso.

Trazado del antiguo camino de La Ventosa

Este camino era tortuoso y pedregoso y salvaba un desnivel considerable. No obstante aún recuerda quien escribe que hace cincuenta años era raro el día que no aparecían por este itinerario tres o cuatro personas. Y casi a diario, la pareja de la Guardia Civil bajaba a caballo por la peligrosa garganta del Chorrillo.

En La Sierra, aún se aprecia el trazado y se reconoce por una fila de encinas que jalonaban el borde del camino.

EL CAMINO DE LA VIRGEN

Este camino de peregrinos unía Las Cuevas de Velasco con la ermita de la Virgen del Val, situada a mitad de camino entre Sotoca y Culebras, al pie del cerro donde pueden verse las ruinas de una importante ciudad celtibérico-romana  que algunos autores relacionan con la mítica Contrebia. La Virgen del Val atraía durante todo el año a devotos, pero este itinerario santo era especialmente frecuentado alrededor del día 8 de septiembre, festividad de la Virgen. Fue célebre el retablo mayor de dicha ermita, todo él chapado en oro que fray Gerónimo Saiz, natural de Culebras, envió desde Filipinas.

Arranque del camino de La Virgen

El camino coincide en su primer tramo con la carretera de Villar del Saz. Poco después de pasar ante el antiguo tejar, se toma a la izquierda el camino que atraviesa el río y la vía férrea. Se continúa en dirección noreste, con la precaución de tomar el ramal izquierdo en un bifurcación importante. Al alcanzar la carreterita que comunica Culebras con Villar del Saz, la mejor opción es andar por esa carretera unos 140m hacia la estación de Villar del Saz y luego tomar a la izquierda una senda por la que descenderemos hasta el valle por el que discurre el río Mayor de Sotoca. Descendiendo paralelos al curso de este riachuelo, alcanzaremos la ermita de la Virgen del Val, hoy en estado ruinoso.

CAMINO VIEJO DE CUENCA

Arranca por la callejuela, calle de Cuenca, hacia las eras. Pasa al lado de la ermita y se dirige hacia El Rebollar. Luego continúa por término de Villar del Saz, hasta desembocar en la carretera actual. El recorrido hasta Chillarón coincide con el trazado de la actual carretera. Después, siguiendo una antigua vía romana, se prefería el desvío por Nohales para ir a salir a la zona del hospital de Cuenca.

El viejo camino de Cuenca discurre por los montes mientras que la carretera actual recorre la vega.

Este es, sin la menor duda, el trazado ideal para la comunicación con Cuenca. De haber acertado las autoridades y los ingenieros, se habría evitado el larguísimo rodeo que daba la carretera oficial, por Villar de Domingo García, Bólliga y La Ventosa. E incluso resulta más breve que el trazado actual por Villar del Saz, y, por supuesto, elimina dos complicadas pendientes.







lunes, 8 de enero de 2018


    
                                            SIGLOS OSCUROS

Construcción de una iglesia románica.


Desde su fundación, hacia finales del siglo XII, el pueblo de Cuevas de Velasco, llamado probablemente desde su origen Cuevas de Cañatazor, presenta una historia llena de sombras hasta que, ya en el siglo XVI, las fuentes abundan en noticias de esta antigua villa.

Las últimas incursiones de los almohades en esta tierra tuvieron lugar en los años 1172 y 1197. En este tiempo el castillo de Cuevas de Cañatazor debió jugar algún papel, pero no tenemos noticias. En este último gran ataque los almohades no lograron tomar Cuenca ni Huete, pero es muy probable que arrasaran el resto del territorio y destruyesen las fortificaciones menores, pues se sabe que las órdenes militares construyeron Hospitales en las dos ciudades para acoger a los numerosos heridos y damnificados. Sabemos que estas aceifas contra la tierra recién repoblada por los cristianos eran muy destructivas: se robaban los frutos, los animales, se saqueaban los pueblos, se destruían los sembrados, talaban las mieses, las viñas, los olivares, quemaban todo cuanto había y conseguían cautivos para venderlos como esclavos. Por otro lado, los cristianos actuaban de manera parecida en sus incursiones en territorio controlado por los musulmanes. 

Tropa musulmana de regreso tras una razia, con esclavos y botín.

Una vez superado el peligro musulmán en el alto Tajo, el sur de la comarca de la Alcarria pierde su interés estratégico y las aldeas de Huete, entre las que se hallaba el pequeño núcleo de Las Cuevas de Cañatazor, comienzan su andadura como nuevos asentamientos. El control es total desde la cabeza del Alfoz, Huete. Desde la ciudad se repuebla, se legisla, se vigila, se controla la explotación de todo el territorio optense que abarcaba desde el sur de la actual provincia de Guadalajara hasta La Mancha y desde los límites con Madrid hasta las mismas puertas de la ciudad de Cuenca. Desde la ciudad se establecían los límites y mojones, las zonas comunales (ejidos y dehesas), el cobro de impuestos, los nombramientos de representantes, etc.

Hacia comienzos del siglo XIII se establecieron los límites de los términos de cada aldea. Cada pueblo contaba con dos representes que acudían a la ermita de Santa Ana, de Huete, extramuros, hoy desaparecida, para tratar los asuntos que les eran comunes, especialmente el reparto de arbitrios, tanto reales como de la Tierra de Huete. También se nombraban caballeros de la tierra que se ocupaban de vigilar el uso de los montes, las dehesas y las viñas. En Cuevas existe un cerro llamado Cerrillo del Guarda, que recuerda el oficio de aquellos antiguos viñaderos. 

La fundación de estos núcleos rurales menores atendía a una estrategia de consolidación del territorio conquistado y, por consiguiente, en ellos había pastores, labradores, pero también un contingente de guerreros de mayor o menor magnitud, según la importancia de la aldea. El castillo de Las Cuevas de Cañatazor debió contar con toda seguridad con su guarnición, al menos durante los años críticos de la reconquista de Cuenca (1177) y Alarcón (1184). Y si aceptamos la hipótesis del historiador Julio González, las huestes del castillo de Cuevas de Cañatazor debieron ser notables hasta el punto de ser citadas, junto a las de Alcalá, para la batalla de Uclés (1108).

Establecida la Comunidad de Villa y Tierra de Huete, todo el inmenso territorio que antes había pertenecido a Santaver (Ercávica), además de otras tierras procedentes de la conquista, pasó a ser administrado desde la ciudad. La Tierra de Huete estaba organizada en sexmos. Cuevas de Cañatazor perteneció al sexmo de Caracena del Valle. Las aldeas eran abundantes pero de reducidas dimensiones. 

No hay que pensar en un núcleo importante de habitantes en los primeros siglos. Lo más probable es que los primeros dos siglos de historia del lugar, la aldea de Cuevas de Cañatazor apenas alcanzase el medio centenar de casas, situadas la mayoría en las proximidades del castillo. 

En la baja Edad Media, en las aldeas de la Tierra de Huete, las casas eran ya semejantes a como las hemos conocido nosotros hace medio siglo, pero con menos mobiliario. Abundaban los suelos de tierra prensada en las habitaciones. Y los muros podían ser de ladrillo de adobe, o de piedra y yeso. Por lo demás la vivienda se organizaba en torno a la cocina, que hacía de distribuidor, y tenía otras dependencias , como: un corral (a veces se entraba por el corral a la casa), cocedero, sótano, cámaras y en ocasiones algún herrenal (arreñal). Los tejados solían ser de teja aunque no escaseaban los de carrizo, junco etc.. Se trataba de viviendas frágiles y de materiales fácilmente combustibles lo que con el riesgo del uso de candiles, teas, almenaras, lumbres…, hacía muy frecuentes los incendios.

Caballero cristiano partiendo a la guerra.

El paisaje estaba más vestido de árboles que ahora, incluso tras las progresivas roturaciones que se iban produciendo. Y también la fauna era más variada. El oso, el lobo, el ciervo y el corzo, estos dos últimos recuperados recientemente, eran los mamíferos que completaban el panorama faunístico de estas tierras. Los nombres de algunos parajes locales hacen referencia a estos animales (Los Sauces del Corzo, Valdelalobera, El Olaboso). 

El lobo, desaparecido hace  más de un siglo y que puede volver a nuestros pueblos.


Los cultivos más importantes eran: el trigo, la cebada, el centeno, la avena, la vid y el olivo. Menos importantes, pero con presencia continua: el cáñamo, el mimbre y el azafrán. Los huertos proporcionaban el resto de alimentos que precisaban las familias. 

La mujer se incorporaba con frecuencia a las tareas de la recolección.


En cada aldea había tres o cuatro grandes propietarios (entiéndase que contaban con una hacienda superior a las 30 hs), un grupo numeroso de medianos y pequeños propietarios, y una clase social baja formada por jornaleros, artesanos y menesterosos. También se supone que hubo en Las Cuevas algún hidalgo, pues, amén de los indicios de fachadas blasonadas, tenemos noticias de que un tal Juan de Salinas, vecino de Cuevas de Cañatazor, probó en 1528 su hidalguía ante la Real Chancillería de Granada. 

Además del cultivo de la tierra, la ganadería contribuía de forma importante a la subsistencia de aquellas pequeñas aldeas, y una serie de ocupaciones, como: barbero, hornero, molinero, carpintero, herrero, etc., cubrían las necesidades del pueblo.

Hablamos de tiempos oscuros porque la documentación que hemos consultado hasta ahora ofrece poquísimos datos sobre el devenir de aquella pequeña aldea medieval. Para quienes se interesen por la historia de Las Cuevas de Cañatazor, el camino de investigación apunta, por un lado al Cabildo de Huete y por otro al Archivo Histórico provincial en su sección de Actas Notariales.

Para que una aldea consiguiera la exención y la carta de villazgo debía presentar sus razones. Pero más allá de razones como la lejanía a Huete, las quejas de ciertos vecinos contra la administración distante y con frecuencia arbitraria o la aparición de algún linaje poderoso en la aldea, en el caso de Las Cuevas de Cañatazor fue con toda probabilidad el crecimiento demográfico notable en la primera mitad del siglo XVI lo que permitió al pueblo adquirir el rango de villazgo. Hay dos indicios que nos conducen a esa hipótesis: por un lado, la construcción de una iglesia enorme en la segunda mitad de dicho siglo. ¿Para qué iba a levantarse un templo así sino para poder albergar a más fieles y ser reflejo de la pujanza de la nueva villa? Y por otro lado, creemos que la primera gran ampliación de las tierras de cultivo tuvo lugar hacia finales del siglo XV y principios del XVI, coincidiendo con las roturaciones generalizadas que se produjeron en otros lugares próximos. El topónimo de los Arrompidos, paraje situado hacia el sur de la villa de Cuevas, nos sugiere que muy probablemente toda la zona entre los montes de Arriba y de Abajo fue roturada en aquel tiempo, añadiendo a la superficie agrícola útil unas 300 hs, un 33% del terreno cultivado hasta entonces.

Poco a poco iba ampliándose la superficie de cultivo mediante roturaciones.


En efecto, echamos de menos algún dato histórico, pero las fuentes callan. Y debemos interpretar este silencio como reflejo de la insignificancia de la aldea de Cuevas de Cañatazor en sus primeros siglos de vida. 

La tradición de Las Cuevas habla de que el actual templo parroquial se construyó sobre el solar de una pequeña iglesia románica. Dicha tradición está avalada por algunos datos históricos. Por ejemplo, en el libro Historia de Las Cuevas de Velasco, de Antonio Ballesteros, se apunta que a finales del siglo XVI se construyeron tres campanas para colocarlas en la torre de la nueva iglesia, y que estas campanas se obtuvieron al fundir las “dos grandes” que habían servido en la antigua iglesia 202 años. Así, pues, hacia 1397 había en el pueblo de Cuevas de Cañatazor dos campanas que, sin la menor duda estarían emplazadas en una espadaña con dos arcos de medio punto, como podemos ver aún en la mayor parte de las iglesias románicas que se han conservado en la provincia. Aunque la idea de que fueran “grandes” desconcierta un tanto, pues se cree que aquella primera iglesia de Las Cuevas no era sino una nave románica de reducidas dimensiones, posiblemente parecida a la que queda aún en ruinas en Caracena del Valle.


Aspecto actual de la iglesia románica de la Abadía de Caracena.



Portada de la iglesia románica de Naharros. Muy semejante debió ser la antigua iglesia de Cuevas.


Por otro lado, también Antonio Ballesteros apunta que existe en los archivos de la iglesia de Cuevas, hoy custodiados en el Obipado, un libro apergaminado con las cuentas de la ermita de San Bartolomé, antiguo patrón del pueblo, en el que se dice que la primitiva ermita del Apóstol era tan antigua como el pueblo y que se edificó en el solar que hoy día ocupa el cementerio. Más tarde, se edificó otra en el mismo lugar.

La Cruz del Cura. Probablemente el monumento más antiguo de Cuevas. Solo podían levantarlo las villas que tenían plena jurisdicción.

Los siglos XIII, XIV y XV son los siglos oscuros en la historia de Cuevas de Cañatazor. La fundación inicial debió ser modesta, aunque a medida que iba ampliándose la explotación agrícola a toda la vega, a sus vallejos perpendiculares y a los huertos de regadío que surgían acá y allá en las proximidades de pequeños manantiales, el pueblo prosperó notablemente. Sin embargo, hoy sabemos bien que durante los siglos XIII y XIV el desarrollo demográfico se ralentizó, pues fueron tiempos de grandes mortandades por la peste y las hambrunas. Hasta mediados del siglo XV y especialmente a comienzos de la decimosexta centuria, con la llegada de las nuevas roturaciones y la extensión de los cultivos, no se producirá el impulso que cristalizará en la emancipación de Huete y en la consecución del título de villazgo.