miércoles, 26 de septiembre de 2018

                                        EL ÚLTIMO PASTOR 



José Tomico, pastor desde hace más de treinta años, baja con su rebaño por el vallejo de la Noguerilla, franqueado por sus tres perros. El centenar de ovejas que pastorea están ya en sus horas de meditación a juzgar por la devota concentración y la profunda y colectiva zalema con la que se mueven en masa, arrastrando las pezuñas por los ásperos rastrojos. Solo el acicate de la fuente a menos de un kilómetro impulsa a estos gregarios animales a deslizarse por los ribazos perezosamente como una mancha que va adoptando formas caprichosas. De cuando en cuando se detienen y quedan varadas en medio del campo, como si este bárbaro sol de justicia hubiera agotado sus últimas energías y se abandonasen a morir achicharradas en medio del vallejo. 

- Ya se han parado otra vez – me dice José. 

Y de inmediato impa a los perros, que acometen, diligentísimos, al rebaño poniéndolo de nuevo en movimiento. 

- Son buenos estos perros – le digo. 

- No son malos. 

- ¿Cuál es la tarea más pesada y dura de un pastor? 

- Hay muchas tareas duras, ¿sabes? Y no sé si decirte si cuando paren o cuando vienen a vacunar. En fin, ya sabes, este trabajo es duro siempre. 



José viste un vaquero, una camisa a cuadros y una gorra roja y negra de no sé que evento festivalero. Lleva mochila; al hombro, un impermeable; en una mano, una vara y en la otra, el transistor. Su rostro parece el de un profeta: largas y enmarañadas barbas, entrecanas, y piel bruñida y muy accidentada, como si la intemperie hubiera ido labrando en ella cárcavas, regueros cordilleras y mesetas. 

- Porque cuando paren -prosigue-, cuando paren hay días que ties que ir con uno o dos corderos cargado. Porque si les da por parir al echar a andar, por la mañana, ¿qué vas a hacer? ¿Eh? 

- ¿Es muy duro el invierno? 

- Miaque, claro que es duro, pero yo lo prefiero al verano. El verano te obliga a madrugar, porque ya has visto: a las diez o las once se amorran y no hay na que hacer. Y ni se te ocurra sacarlas al campo antes de las siete o las ocho de la tarde. Es tontería. 

- Claro, entiendo, y en invierno el horario es mejor. 

- Pues ahí está la cosa: en invierno sueltas a las nueve y a las seis de la tarde ya estás en tu casa 

- Tu padre fue pastor, también tu abuelo y tu tío. Si pudieras volver atrás, ¿serías pastor de nuevo? 

- Ni hablar. No sería pastor. Esta vida no la quiere nadie. Mira alredor, en pueblos como La Ventosa, Castillejo, El Villar, Villar del Saz ya no hay ganaos. Aquí mismo, en Cuevas, tú te acordarás, llegó a haber más te veinte hatajos de ovejas. Y yo mismo he llegado a tener más de 400. Pero eso pide mucho sacrificio y yo estoy ya con algún achaque que otro. 



La expresión de su mirada es el fiel reflejo de la gente de esta tierra: apacible, profunda, seria y con una pizca de amarga resignación. 

La tradicional falta de iniciativa de estos animales y la amenaza de acometida de los canes, frena la manada al borde del rastrojo, hasta que un descomunal carnero (aquí se llaman murecos) se abre paso y desciende desafiante por el talud hacia la fuente seguido de su grey. 



- ¿Se venden bien los corderos? 

- Bueno, te dan lo que quieren. Ahora llevo dos años vendiendo corderos grandes, de hasta 20 kilos, ¿sabes?, pero salen igual, porque cuando vendes uno pequeño, que pesará unos seis u ocho kilos, no te ha gastado nada en pienso. 

- ¿ Y la lana? 

- Huy, la lana, dice. La lana no la quiere nadie. 

- ¿Te ayudan? 

- Por ahí me echa una mano mi sobrino, así como ahora que vamos a traer la paja. 

- He visto que ya no quedan corrales por el campo. ¿Ya no los usas? 

- Me queda solo el de Valverde. Ahora, en unos días, encerraré allí. 

El hombre comienza a silbar. Es la musiquilla con la que se comunica con las ovejas. Los hombres del campo, campesinos y pastores, silban mientras beben las bestias. Me pregunto si con ese soniquete tratan de apaciguar a sus animales indicándoles que no acecha el depredador. 

- ¿Te queda para jubilarte? 

- Estuve el otoño pasado a preguntar. No creas que lo tengo fácil, pero seguramente en un par de años o tres lo dejo. Ya estoy cansado. 



A la sombra de los chopos de la fuente, las ovejas miran a través de una alambrada las tiernas hortalizas de un hortal, como niños tras el escaparate de una confitería. José pega un grito y los perros entran en acción. Las reses se concentran y comienzan a trepar perezosamente hacia el redil. 

Me despido del último pastor del pueblo y lo veo engarabitarse por el talud tras sus ovejas. 

En poco tiempo dejaremos de oír las esquilas en nuestros campos y dejará de existir un modo de vida que ha pervivido durante siglos, quizás milenios, en nuestra tierra. 






miércoles, 19 de septiembre de 2018


  LA SIERRA, LA TOSCANA DE CUEVAS DE VELASCO 



Una tarde de verano en la que el calor sofocante da una tregua, el caminante se dirige a La Sierra, ese paraje de Cuevas de Velasco situado en los límites con el término de La Ventosa. 

El mobiliario de este lugar es bien sencillo: unos campos de girasol, unos rastrojos, algunas encinas y la bóveda azul surcada por nubes de formas caprichosas, y, sin embargo, el conjunto es un paisaje encantador que recuerda, sin duda, a esas espectaculares panorámicas de La Toscana que nos venden en las revistas de viajes. 

Disfrutad de estas imágenes que tenemos tan a mano. 













sábado, 1 de septiembre de 2018

                 HOMENAJE A LOS MAYORES 2018 


El viernes, 31 de agosto, tuvo lugar un acto de homenaje a los mayores en la plaza de Cuevas de Velasco. La idea había surgido en la Asamblea de la Asociación de Vecinos celebrada recientemente. 

Para la ocasión se había dispuesto una mesa a la que se sentaron más de medio centenar de personas mayores de 65 años, que disfrutaron de una merienda ofrecida por la Asociación. 



El ágape estuvo realzado por la música de un equipo y por las imágenes retrospectivas que se proyectaron en una pantalla. 

Se pronunciaron unas palabras para honrar a la gente mayor y durante el acto se entregó una placa a Antonio Ballesteros Collado por su continua e incansable tarea en favor de la preservación de la cultura y las tradiciones del pueblo. 



Después continuó la fiesta hasta que la gente se fue recogiendo. 

La impresión de este acto ha sido muy positiva y el sentir general es que fue una buena iniciativa, que, con pequeñas modificaciones, habrá que reeditar en años sucesivos.