miércoles, 30 de diciembre de 2020

          50.000 VISITAS 



Tras este año tan atípico y problemático, deseo a todas las personas que de uno u otro modo siguen este blog un feliz 2021. Ojalá podamos reunirnos pronto en el pueblo y volver a disfrutar de sus fiestas, de sus paisajes y del calor de sus gentes. 

Os anuncio que este blog de Las Cuevas de Velasco, http://cuevasdevelasco.blogspot.com/, seguirá ofreciendo en forma de noticias, de reportajes gráficos, de escritos…, todo aquello que esté relacionado con el pueblo de Cuevas y que tenga cierto interés. 

Hemos alcanzado ya las 50.000 visitas. Agradezco su atención a todos los que siguen estas páginas. ¡Muchas gracias! 

A continuación os ofrezco una miscelánea de fotos aparecidas en el blog estos últimos años.



















































jueves, 17 de diciembre de 2020

      ROSQUILLAS DE ANÍS 
                           


En Cuevas de Velasco ha habido siempre una repostería de cierta relevancia y cada una de las gollerías con las que nuestros ancestros regalaban sus estómagos tenía su tiempo. Así, para Carnaval solían degustarse las deliciosas piñas; para Semana Santa, las torrijas; los puches solían cocinarse de preferencia para los Santos, aunque una sartén de puches venían bien casi en cualquier fecha. Las rosquillas de anís siguen siendo un dulce típico de Navidad. 

Unos días antes de Nochebuena se incrementaba el trajín en los hornos del pueblo y todo se inundaba de aromas exquisitos, de efluvios espirituosos. 




Las magdalenas, los mantecados, de los que ya hablamos en este blog, y las rosquillas eran los productos estrella. 

CÓMO PREPARAR UNAS ROSQUILLAS DE ANÍS 

Ingredientes: 

- 1 l de aceite de oliva. 

- ½ l de anís seco (podía usarse también cazalla o aguardiente) 

- 220 g de azúcar. 

- Harina de trigo. 

                     


En un barreño se pone un poco de harina, el azúcar y el aceite tibio. Se mezcla todo y comienza a añadirse harina poco a poco. 

Vamos mezclando bien todo hasta el momento en que ya no podamos moverlo con un cucharón o con una paleta. Entonces podemos seguir trabajando la masa con las manos sobre el propio barreño, un hule o sobre otra superficie bien limpia. 




Lo suyo es conseguir al final una pasta que, sin estar correosa, quede más blanda que dura. La dejaremos reposar un par de horas. 


Entonces comenzaremos a tomar puñados de masa que trabajaremos con las manos para conseguir hacer una especie de albóndiga y de ahí, clavando un dedo, practicaremos el agujero. 



Una vez hechas las rosquillas se arrollan, proceso en el cual cada mujer, pues de esto, como de tantas otras cosas se ocupaban las mujeres, tenía su estilo. 





Luego se ponían las rosquillas en las latas de hornear y se metían en el horno. 



En estos hornos modernos domésticos pondremos una temperatura de unos 180 grados y dejaremos que cuezan las rosquillas entre 25 y 35 minutos. 


Nada más sacarlas del horno se pasan por azúcar y se disponen en una fuente de servir. Hay que esperar a que se enfríen. 







martes, 8 de diciembre de 2020

 VAMOS A HACER UNA ZAMBOMBA 



Además de “Vamos a poner el belén” o “Vamos a hacer rosquillas”, si había una frase que ilusionaba a los niños en vísperas de Navidad era “Vamos a hacer una zambomba”. 

Yo aprendí a hacer zambombas siendo muy niño, allá por los años 60 del siglo pasado. Mi tío abuelo y mi padre se las apañaban para que tuviéramos nuestras zambombas. 

¿Qué se necesitaba para hacer una zambomba? 

En primer lugar, una piel de oveja, cordero, cabra o conejo, aunque había veces en que se aprovechaba la vejiga de un gorrino. 



En segundo lugar, se necesitaba una boca de tinaja, orza o vasija semejante, que, si no había más remedio, podía sustituirse por un orinal o por una lata. 






El tercer elemento más importante era el palo, que en el pueblo solía ponerse de mimbre. Era mejor si se trataba de un mimbre seco. 




Para completar una zambomba se precisaba también un buen hilo de bramante, vencejos o soguillas de esparto, así como unos palillos o cañas para hacer los dientes. 




Lo primero que había que hacer era preparar la piel, recortar restos de sebo adherido, partes sanguinolentas susceptibles de pudrirse, y despojarla del pelo o la lana que tuviera. Para ello solían mezclar ceniza de madera de roble o carrasca con agua y dejaban reposar la solución un par de días. Lo que se conseguía así no era otra cosa que una especie de lejía. Entonces se sumergía la piel durante dos días, más o menos, y ya podía arrancarse con facilidad el pelo o la lana. 

Con frecuencia se reutilizaban pieles de otras navidades, si es que resistían, o bien pieles viejas de las que se empleaban para tapar las tinajas. 

Al mimbre o caña se le practicaba una cotana para poder atarle la piel. Se usaba para ello un hilo de algodón, el bramante e incluso un alambre. 




El proceso del montaje de la piel en la boca de la zambomba exigía cierta paciencia y habilidad. Con una lazada corrida en la primera vuelta de cuerda se iba tensando bien la piel, de manera que desaparecieran los pliegues y que el palo quedase en el centro. Para ello solía trabajarse con la piel humedecida. 





Para finalizar el proceso se elaboraban los dientes de la zambomba, generalmente con cañas. Estos dientes amplificaban el sonido del instrumento.



El palo de la zambomba podía frotarse con un trapillo húmedo, con la mano mojada, o bien con cera virgen. 

En Cuevas de Velasco siempre hubo afición a las zambombas. Había en el pueblo auténticos zambomberos expertos en el arte. Se cuenta que en una ocasión los mozos construyeron una zambomba monumental que para ser transportada precisaba de un carro, y cuando la hacían sonar se estremecía medio pueblo. 

Para ilustrar este reportaje yo he construido mi zambomba, como en tantas ocasiones. Esta vez, eso sí, he usado técnicas más modernas, aunque el procedimiento es muy semejante, como puede verse. Así, la piel la he conseguido en un almacén de pieles y como boca he usado una maceta que después he cortado.



martes, 24 de noviembre de 2020

             POR UNA ERMITA EN CUEVAS DE VELASCO 

Ruinas de la ermita de la Inmaculada Concepción. Cuevas de Velasco.


Ya sé que son otros tiempos, que lo religioso en muchos aspectos está en regresión, que bastantes problemas tenemos como para ocuparnos además de levantar una ermita, eso lo sé. 

Pero la verdad es que uno siente envidia de esos pueblos, incluso más pequeños que el nuestro, que cuentan con hermosas ermitas u oratorios limpísimos, mimados y permanentemente encalados. 

Ermita de Castillejo del Romeral.

Ermita de la Resurrección. Villar del Maestre.

Ermita de la Soledad. Valdecolmenas de Abajo.

Ermita del Calvario. La Ventosa.

Ermita de la Inmaculada. Caracenilla.

Ermita de Nuestra Señora de Guadamejud. Villanueva de Guadamejud.



Las ermitas, para un no creyente, amueblan el paisaje, crean parajes de calidad en los que se puede detener el caminante a escuchar los pájaros o a descansar. Se trata también de una construcción que enriquece el patrimonio monumental del pueblo. 

Para los creyentes es, ante todo, un lugar donde pueden expresar su fe. Es un lugar donde alojar a los santos de su devoción. Se trata, en fin, de un centro de recogimiento, meditación y oración. 

Se mire como se mire, la imagen de un pueblo está más completa con su ermita. 

Ermita de San Isidro. Chillarón.

Levantar una ermita hoy en Cuevas de Velasco sería un modo de resarcir al pueblo que dejó en la ruina nada más y nada menos que cinco ermitas, la última de las cuales aún mantiene sus muros en pie. 

Interior de la ermita de la Inmaculada. Cuevas de Velasco.

Estado de la puerta de acceso a la ermita de Cuevas.



Pues, sí, este pueblo llegó a tener cinco ermitas, aunque no simultáneamente. Su existencia viene recogida en los diccionarios geográficos y en algunos libros de historia. 

José Torres Mena, en su libro Noticias conquenses, presenta así el pueblo de Cuevas de Velasco: 

“Villa del partido judicial de Cuenca, que tiene diseminadas por su término tres casas de hortelanos, más de cincuenta tinadas de ganado o albergues, un molino harinero y otro de aceite; más de ochenta cuevas para guardar el vino, bastante distantes algunas de ellas de la población, y confundidas con estas las ermitas del Santo Cristo y Santa Ana: en totalidad 563 habitantes...” 

El autor de Noticias conquenses se refiere aquí a dos ermitas: la del Cristo y la de Santa Ana. Como el texto data de hacia la mitad del siglo XIX debemos deducir que otras dos ermitas ya habían desaparecido, la del Santo Cristo del Humilladero y la de San Bartolomé. La quinta ermita, la de la Inmaculada Concepción aún no se había construido. 

En el libro Historia de Las Cuevas de Velasco, Antonio Ballesteros da cuenta de sus investigaciones en el archivo de la parroquia de la Asunción, de Cuevas, y aporta datos importantes de la historia de las ermitas. Son especialmente jugosos los que se refieren a la ermita de San Bartolomé, antiguo patrón del pueblo. 

¿Dónde estaban situadas todas estas ermitas? ¿Cómo eran? Sobre su ubicación tenemos noticias fiables, pero sobre su fábrica nada nos queda, excepto el caso de la única ermita, la de la Inmaculada Concepción, que ha llegado hasta nuestros días. 

La ermita del Santo Cristo del Remedio y Nuestra Señora del Remedio estaba situada en el paraje que hoy todavía se conoce como El Cristo, a la derecha de la primera curva, después del Vallejuelo, según se baja hacia la estación. 


La ermita de Santa Ana estuvo situada justamente en el lugar que hoy sigue llamándose Peñas de Santa Ana, unas rocas que hay a la izquierda, poco antes de llegar al lavadero. 


La ermita de San Bartolomé estuvo enclavada en el cerro que hoy ocupa el cementerio. Se sabe que fue la más antigua de las que tenemos noticia. Hoy día ese cerro aún se conoce con el nombre de Cerro de San Bartolomé.


La ermita del Cristo del Humilladero se alzaba en las proximidades o en el mismo paraje de Las Cruces, en la carretera de Villar del Maestre, a unos 500 m del pueblo. 


Las ruinas de la ermita de la Inmaculada Concepción aún pueden verse en la eras, en la confluencia del Camino viejo de Cuenca, con la carreterita que sube al cementerio desde la de Villar del Maestre. 


De las cuatro ermitas primitivas no ha quedado ni el menor vestigio y ello puede deberse a que sus cimientos permanecen ocultos, como suele suceder con los restos arqueológicos antiguos o a que, tras la ruina, se reaprovecharon sus materiales en otras construcciones. 

Es cierto que nuestra iglesia es muy hermosa, pero convendrán conmigo en que nos falta una ermita y lo suyo sería erigir una que subsanase esa carencia.