jueves, 23 de diciembre de 2021




               LA DESAPARICIÓN DEL FERROCARRIL

Estado lastimoso que presentan las vías.



La desaparición del ferrocarril no es más que otro de los alarmantes signos del abandono de las tierras conquenses. La Alcarria en su conjunto es como un enfermo terminal al que se le van declarando inquietantes síntomas que acentúan su agonía y hacen presagiar su ya no lejano final.

Uno de los últimos apeaderos.


Primer convoy que circuló por la línea, a su llegada a Cuenca.


El problema arrancó hace varias décadas, cuando Madrid, sobre todo, como un gigantesco imbornal insaciable, comenzó a succionar a las gentes de los pueblos, vacantes tras la mecanización del campo. Y así, todos estos pequeños núcleos cuya existencia, en la mayoría de los casos, se remonta al tiempo de la Reconquista comenzaron su declive.


Detalle de un puente en la vega.
                 

Después de medio siglo, el abandono absoluto por parte de los políticos y la falta de reemplazo demográfico abocan a esta comarca al despoblamiento absoluto.

Esto del ferrocarril no es más que otro clavo en el ataúd, otra articulación tronchada en el esqueleto que nos vertebraba con el resto de España. El enfermo agoniza y pese a que los pueblos presentan hoy mejor aspecto que nunca estamos sencillamente ante la ilusoria mejoría que precede al colapso final.

Casas auxiliares próximas a la estación.

                     

Techumbre de la casa auxiliar tras el explolio.

                     

Indigna que traten de vendernos este expolio como un impulso para esta tierra. Pero ¿se creen que somos bobos? Ni vías verdes ni microbuses ni siquiera la golosina que ofrecen a la capital, que ya veremos… No, miren ustedes, no nos la dan.

De entre todos los desastres consecuencia del abandono de los pueblos a mí me duele especialmente el enorme holocausto cultural que se está cometiendo. Y no me cabe la menor duda de que cuando pueda mirarse este tiempo con perspectiva histórica quedará bien patente la desidia de la clase política y la trágica magnitud de la pérdida de todo lo que representan los pueblos.

Un pueblo que agoniza pierde todo: sus saberes, sus tradiciones, su folclore, su modo de hablar, sus monumentos, el modo de ser de sus habitantes y su concepción del mundo y de la vida, aspectos que sumados a los de otros muchos pueblos conforman la idiosincrasia y las señas de identidad de una nación.

En España los desaforados esfuerzos centrífugos y centrípetos olvidan a estos pequeños núcleos intermedios y los dejan desangrándose sin ningún futuro y condenados a su extinción.

El último tren atraviesa los campos de la Alcarria conquense con una lentitud de anciano achacoso. Se han abandonado las vías intencionadamente para presentar su sentencia de muerte como un mal inexorable.

Interesante detalle de la arquitectura ferroviaria.

               

Pero, ya se sabe; aquí no hay votos, no hay clientela política, y tan solo quedan los pocos aldeanos que no pudieron marcharse o que se resisten con uñas y dientes a hacerlo, abandonados a su suerte, mientras el estado prepara su ejército de máquinas que con voracidad saturnina se traga las vías, el balasto y todo lo que le echen. ¡Así revienten!

Esta tierra nuestra fue próspera en otros tiempos. Aquí florecieron en la antigüedad las ciudades romanas de Segóbriga, Ercávica y Valeria. Aquí se alcanzó un esplendor considerable en los siglos XV y XVI, pero el siglo XX trajo el desmoronamiento del tipo de poblamiento ancestral. Nadie ha hecho nada en estos ochenta últimos años a pesar de que se veía que el éxodo era masivo. Y ahora tenemos las consecuencias.



Me pregunto si llegarán a tiempo de salvar la estación, al menos. Aunque supongo que será una promesa como la que ya hicieron en su día y que no se cumplió.



El edificio de la estación de Cuevas amenaza ruina.