lunes, 22 de octubre de 2018

                      NOSTALGIAS DEL VERANO DE 2018 



LA AGONÍA DE LAS FUENTES. A pesar de una primavera muy lluviosa, la sequía endémica de estas tierras no permite la recuperación de las fuentes. Algunos manantiales, como el del Caño, en el lavadero, o los del Rebollar y la Peñuela, se mantienen durante todo el verano. Pero viejas fuentes, como la Tejera o la Nebrosa, no aguantan el fuerte estiaje y se secan todos los años o ni llegan a manar en invierno siquiera. 

Fuente de la Nebrosa. Manó agua hasta julio y luego se secó.

Depósito del pilar de Las Palomas. 


CAMPOS DE GIRASOLES. Los girasoles proporcionan a los campos de Cuevas un colorido que va cambiando en las diferentes etapas de maduración y una belleza extraordinaria. 

Mar de girasoles en Cuevas.

Diferentes fases de crecimiento de los girsaoles.




PEÑASCOS QUE SE ASOMAN A LA VEGA. Recientemente hemos tenido un gran susto con el desplome de parte de la peña de la Picarza. En realidad, toda la vega está circundada de peñascares que van desmoronándose con el tiempo. Estas piedras, areniscas y calizas, están muy descompuestas. En una visita al Pulpitillo hemos podido ver que este peñón está entre los candidatos más inmediatos a venirse abajo. Pero hay muchos otros. Recuérdense los hundimientos de La Solana y el de la propia Peña del pueblo, no hace tantos años. 

El Pulpitillo.




CAMINO VIEJO DEL MONTE. El camino viejo del Monte de Abajo, que discurre desde el lavadero, por el Otero y El Escalón, hasta la pinada, se conserva bastante bien, a pesar del aterrazamiento y del desuso. Recomendamos ir al monte por esta vía; la belleza del paisaje y de la propia senda valen la pena. 


Camino viejo del Monte de Abajo.



LAS FIESTAS DEL VERANO. El corazón de Cuevas late a buen ritmo en el verano, en parte debido a las fiestas y celebraciones que se vienen organizando. Estos eventos concitan a los naturales de aquí y a los forasteros con motivo de actividades, como La Jornada de Cuevas Abiertas, la Cena de Sobaquillo, El Mercadillo, El Homenaje a los Mayores… 





ARQUEOLOGÍA. Cada verano, en los largos paseos, vamos descubriendo nuevos lugares de interés arqueológico en el término de Cuevas de Velasco. Este año hemos identificado las llamadas “camas de piedra”, de las que hablaremos en otra ocasión. 

Cazoleta con sedimentos.

"Camas de piedra".






TERTULIAS DE POYO Y TRAVIESA. Las reuniones de vecinos y familiares en los poyos, traviesas o sillas tienen una gran tradición. Las mujeres estaban especialmente marginadas del mundillo de los bares, por lo que encontraban en estas otras formas de reunión su modo de relacionarse. Afortunadamente las cosas han cambiado. Estos veranos experimentan estas veladas un auge como en sus mejores tiempos.

Tertulia de La Traviesa de la calle del Viento.

miércoles, 10 de octubre de 2018



APELLIDOS MÁS COMUNES EN CUEVAS DE VELASCO 




Los romanos aportaron, dentro de todos los aspectos de su vasta cultura, el uso de los apellidos, pero, a la caída del Imperio, con las invasiones bárbaras, la costumbre de añadir apellidos a los nombres se redujo a los grandes señores. 

Fue a partir del siglo XII cuando, debido al gran crecimiento de la población, se hizo necesario añadir a los nombres de pila apellidos que permitieran identificar a cada persona. Fue una exigencia general, pero demandada de modo particular por parte de los juristas y notarios, quienes exigían que los contratos se hicieran con nombre y apellidos, para identificar a los firmantes de documentos de herencias, compraventas, etc. 

Durante este tiempo se añadía a los nombres de pila un apellido que muchas veces tenía que ver con la profesión, el origen o los rasgos físicos del portador. 

A lo largo del siglo XVI, por iniciativa de la Iglesia se ordenó que en todas las parroquias hubiera un libro de bautismos, otro de matrimonios y otro de defunciones, donde se anotasen los nombres de los nacidos, contrayentes o fallecidos, con su apellido. 

El uso del doble apellido, paterno y materno, es una particularidad de la cultura peninsular (solo en España y Portugal se usan los dos apellidos). Y parece que esta costumbre nació en el norte de España hacia el siglo XVIII y de allí fue extendiéndose a toda España. 

Los apellidos son importantísimos porque dejan una huella histórica de la familia. Hoy permiten, por ejemplo, desarrollar árboles genealógicos y conocer quiénes fueron nuestros antepasados. 

Al intentar un primer estudio de los apellidos de nuestro pueblo, he debido remontarme a una época anterior al tiempo presente, pues en la actualidad los habitantes de Cuevas de Velasco son muy pocos. Así que, he tomado desde el año 1950 hasta la actualidad, teniendo en cuenta los fallecidos en este periodo de unos 70 años aproximadamente. Y aunque no pretendo hacer un estudio minucioso y científico de los apellidos, creo que esta estadística constituye una aproximación bastante precisa del panorama de los apellidos en Las Cuevas. 

En la gráfica, los apellidos están ordenados de más común a menos común. Se han recogido otros 51 apellidos, con menos de 5 apariciones, que no figuran en este estudio. La s barras verticales indican la cantidad de individuos que portaban, como primero o segundo, dicho apellido. Recordamos que se trata de apellidos de personas fallecidas antes de 2018.

1. Nota: Donde dice Puertas debe entenderse Puerta.

miércoles, 3 de octubre de 2018

                                    PASEO MATUTINO 




Son las siete y media de la mañana. Estoy en la fuente Canela esperando a las caminantes. El aire, alrededor de la iglesia, hierve de pájaros, sobre todo oncejos, golondrinas y gorriones. A estas horas en las que, especialmente en el estío, el común de los mortales duerme plácidamente, las aves mantienen una actividad frenética. 

Aparecen Puri, Carmen y Gemma por El Boquete con la perrita Luna y, tras el protocolo de los buenos días, echamos a andar hacia el monte. 



En el huerto del Lavadero, Emilio, espalda doblada, se afana buceando entre las plantas de tomate que comienzan ya a mostrar el rosa y el carmesí de sus primeros frutos. 

- Buenos días. 

- Ey, buenos días. ¿Ya vais al paseo? 

- Ahí vamos. 

Aún percibimos el murmullo del chorro de la fuente del Caño, cuando, al cruzar el puentecillo de La Duz, nos inunda el fresco olor a rastrojos recién segados. Es uno de los aromas inconfundibles de nuestros campos en estos primeros días de Agosto. 

La cuesta de La Duz no es más que una rampa con una ligera inclinación, pero se hace larga. Me pregunto si será por esta vida algo desordenada que lleva uno en las vacaciones. 



El camino está jalonado de cardos azules, los llamados cabeza de erizo, que salpican los costones de esferas celestes; avena loca, cuyos delicados tallos se cimbrean como delgadísimas bailarinas con la brisa de la mañana; altas y espinosas tobas, con sus corolas violáceas; achicoria, que nos mira desde sus mútiples ojillos de pestañas azules…La salvia, la escoba amarga, la milenrama, el bálago y cien plantas más con las que la lluviosa primavera ha bendecido estos campos enmarcan el camino, que cambia de aspecto al entrar en la Edesa. 

Luna, ya libre de su cadena, corretea incansable a un lado y otro del camino y ladra a los saltamontes enfrentándose a ellos como si fueran colosales y peligrosos bicharracos. 



En la Edesa, nombre con el que se conoce en el pueblo la dehesa, predominan los quejigos, o robles de estas tierras, y las encinas. La voz de nuestra conversación encuentra eco y el fresco se hace más intenso. Es un auténtico placer esta brisa fresca que viene a sofocar los calores abrasadores de los últimos días y a orear y refrescar los cuerpos de los caminantes. 

El camino de la Edesa es aseado, bien trazado y cómodo, como pensado para caminar sin obstáculos quienes vivimos en la ciudad. Y así, enredando conversaciones sin mucha sustancia, como corresponde a los cuatro caminantes que lo que pretenden es relajarse, aflojar los espíritus de las ataduras de lo cotidiano y distraerse, sin querer, dejamos el dominio de los robles y nos internamos en el de los pinos.


Aquí, la tupida bóveda arbórea y el abigarrado ejército de troncos que nos rodea confiere al camino un aire más misterioso. El pueblo queda ya lejos y, a pesar de la compañía, uno no logra sustraerse del todo del proverbial espanto que el bosque produce en las personas. 

Ante las ruinas del Corral del Pollo captamos las imágenes que nos permitirán recordar por esas ventanitas que son las fotografías estos paisajes y los deliciosos paseos del verano del 18. 



De regreso hacia el pueblo, la charla entre los cuatro caminantes se desgobierna de tal forma que vamos saltando de un tema a otro, todos profanos, sin orden ni concierto, y riendo a cada chanza, mientras nos observan desde su gravedad los mudos troncos de los robles adolescentes y algunos lirios de monte, delicados y elegantes, que suavizan las aspereza del suelo del bosque. 

Nos detenemos a coger una ramita de morquera y a oler el romero y el espliego. Luna se desmelena y la emprende a ladridos alarmantes y escandalosos con no se sabe qué alimaña que solo está en su imaginación. 





La esbelta y sólida torre de la iglesia de Cuevas se asoma por encima del Otero para darnos la bienvenida. Y en un suspiro, los cuatro caminantes nos hallamos de nuevo en el punto de partida, la fuente Canela. Miramos los relojes y las aplicaciones del móvil, aunque lo cierto es que lo de menos es el kilometraje, el horario y las calorías consumidas. Nos importa más el largo y sano abrazo que la naturaleza acaba de darnos y este tiempo para confraternizar, apretar lazos y vaciar la mente de prisas y agobios.