POR UNA ERMITA EN CUEVAS DE VELASCO
Ya sé que son otros tiempos, que lo religioso en muchos aspectos está en regresión, que bastantes problemas tenemos como para ocuparnos además de levantar una ermita, eso lo sé.
Pero la verdad es que uno siente envidia de esos pueblos, incluso más pequeños que el nuestro, que cuentan con hermosas ermitas u oratorios limpísimos, mimados y permanentemente encalados.
Ermita de Castillejo del Romeral. |
Ermita de la Resurrección. Villar del Maestre. |
Ermita de la Soledad. Valdecolmenas de Abajo. |
Ermita del Calvario. La Ventosa. |
Ermita de la Inmaculada. Caracenilla. |
Ermita de Nuestra Señora de Guadamejud. Villanueva de Guadamejud. |
Las ermitas, para un no creyente, amueblan el paisaje, crean parajes de calidad en los que se puede detener el caminante a escuchar los pájaros o a descansar. Se trata también de una construcción que enriquece el patrimonio monumental del pueblo.
Para los creyentes es, ante todo, un lugar donde pueden expresar su fe. Es un lugar donde alojar a los santos de su devoción. Se trata, en fin, de un centro de recogimiento, meditación y oración.
Se mire como se mire, la imagen de un pueblo está más completa con su ermita.
Levantar una ermita hoy en Cuevas de Velasco sería un modo de resarcir al pueblo que dejó en la ruina nada más y nada menos que cinco ermitas, la última de las cuales aún mantiene sus muros en pie.
Interior de la ermita de la Inmaculada. Cuevas de Velasco. |
Estado de la puerta de acceso a la ermita de Cuevas. |
Pues, sí, este pueblo llegó a tener cinco ermitas, aunque no simultáneamente. Su existencia viene recogida en los diccionarios geográficos y en algunos libros de historia.
José Torres Mena, en su libro Noticias conquenses, presenta así el pueblo de Cuevas de Velasco:
“Villa del partido judicial de Cuenca, que tiene diseminadas por su término tres casas de hortelanos, más de cincuenta tinadas de ganado o albergues, un molino harinero y otro de aceite; más de ochenta cuevas para guardar el vino, bastante distantes algunas de ellas de la población, y confundidas con estas las ermitas del Santo Cristo y Santa Ana: en totalidad 563 habitantes...”
El autor de Noticias conquenses se refiere aquí a dos ermitas: la del Cristo y la de Santa Ana. Como el texto data de hacia la mitad del siglo XIX debemos deducir que otras dos ermitas ya habían desaparecido, la del Santo Cristo del Humilladero y la de San Bartolomé. La quinta ermita, la de la Inmaculada Concepción aún no se había construido.
En el libro Historia de Las Cuevas de Velasco, Antonio Ballesteros da cuenta de sus investigaciones en el archivo de la parroquia de la Asunción, de Cuevas, y aporta datos importantes de la historia de las ermitas. Son especialmente jugosos los que se refieren a la ermita de San Bartolomé, antiguo patrón del pueblo.
¿Dónde estaban situadas todas estas ermitas? ¿Cómo eran? Sobre su ubicación tenemos noticias fiables, pero sobre su fábrica nada nos queda, excepto el caso de la única ermita, la de la Inmaculada Concepción, que ha llegado hasta nuestros días.
La ermita del Santo Cristo del Remedio y Nuestra Señora del Remedio estaba situada en el paraje que hoy todavía se conoce como El Cristo, a la derecha de la primera curva, después del Vallejuelo, según se baja hacia la estación.
La ermita de Santa Ana estuvo situada justamente en el lugar que hoy sigue llamándose Peñas de Santa Ana, unas rocas que hay a la izquierda, poco antes de llegar al lavadero.
La ermita de San Bartolomé estuvo enclavada en el cerro que hoy ocupa el cementerio. Se sabe que fue la más antigua de las que tenemos noticia. Hoy día ese cerro aún se conoce con el nombre de Cerro de San Bartolomé.
La ermita del Cristo del Humilladero se alzaba en las proximidades o en el mismo paraje de Las Cruces, en la carretera de Villar del Maestre, a unos 500 m del pueblo.
Las ruinas de la ermita de la Inmaculada Concepción aún pueden verse en la eras, en la confluencia del Camino viejo de Cuenca, con la carreterita que sube al cementerio desde la de Villar del Maestre.
De las cuatro ermitas primitivas no ha quedado ni el menor vestigio y ello puede deberse a que sus cimientos permanecen ocultos, como suele suceder con los restos arqueológicos antiguos o a que, tras la ruina, se reaprovecharon sus materiales en otras construcciones.
Es cierto que nuestra iglesia es muy hermosa, pero convendrán conmigo en que nos falta una ermita y lo suyo sería erigir una que subsanase esa carencia.