EL LAVADERO DE CUEVAS DE VELASCO
El lavadero de Cuevas de Velasco es una construcción de cierto mérito y posiblemente una de las edificaciones más antiguas del pueblo que aún sigue en pie. Y si a la alberca de lavar la ropa le unimos la fuente y pilar antiguos, que se encuentran al lado, ambos forman un interesante conjunto arquitectónico evocador de otros tiempos, de trabajos y quehaceres de nuestros antepasados.
Pilón abrevadero de la vieja fuente. |
La fuente, con su pilar abrevadero, y el lavadero reciben el agua del nacimiento situado, más o menos, a la altura del puente del camino de la Duz, a través de un pequeño acueducto soterrado que antiguamente era de piedra.
Sabemos que el agua de dicha surgencia es dura, de mala calidad, pero no es menos cierto que se trata de uno de los pocos manantiales que ha soportado bien las sequías, y si algún año ha dejado de manar es probable que se deba a deficiencias en la captación o a que esta conducción se atasca pronto con las raíces de los grandes árboles y requiere un mantenimiento continuo.
La fuente del Caño es de hechuras elegantes y casi monumentales. Toda ella está construida en piedra de sillería bastante regular. Consta de un muro, que recientemente ha sido rehecho, pues el tronco de un árbol presionaba sobre él y se veía claramente desplomado, y de un pilón abrevadero en el que destacan los grandes bloques que forman el estanque. Especialmente llamativos son los dos bloques que cierran los extremos de la fuente, de una sola pieza. En el extremo más próximo al pueblo se aprecia bien el desgaste de la entrada y salida de cántaros, botijos y otros recipientes en la piedra.
El remate del muro de la fuente estaba formado por unas albardillas o cubre muros, también de piedra arenisca. Creemos que habría que completar esta construcción no solo por devolver a la fuente su primitiva apariencia sino también por proteger el muro de la intemperie y evitar que se produzca un deterioro más acelerado.
El otro conjunto está formado por un original lavadero en forma de octógono irregular y una pileta de arenisca de una sola pieza que ocupa uno de los ocho lados.
Los muros del lavadero son de sillarejo y mampuesto, de perfiles y acabado menos perfectos que el muro de la fuente. Sobre dichos muros se asientan unas 15 o 16 losas inclinadas sobre las cuales llegaban a ponerse otras tantas lavanderas.
La fuente vieja del Caño y el lavadero están situados en una zona de aluvión, pues ahí se recogen las piedras y lodos que arrastran las corrientes cuando llueve. Por esta razón, tanto el pilón como el lavadero fueron lodándose de manera que los sedimentos alcanzaban hasta el borde. Así que cuando acudían las bestias a beber debían bajar la cabeza para encontrar el agua y las lavanderas debían hacer su ya de por sí penoso trabajo de rodillas.
Esta situación se ha subsanado en la actualidad. Tanto la fuente como el lavadero han recobrado el aspecto que debieron tener antiguamente. El problema es que han quedado muy por debajo del camino y creemos que, a pesar de los muros de protección no hay suficiente garantía de que no vuelvan a colmatarse por los arrastres del agua.
Desconocemos la fecha de construcción del lavadero y de la fuente vieja del Caño. Lo que sí parece claro es que los carteles que se colocaron etiquetando el lavadero como “romano” nos parecen fuera de lugar, pues por un lado, hasta la fecha, no se han encontrado vestigios de asentamientos romanos de entidad en el término de Cuevas, y, por otro lado no hemos visto construcciones semejantes en excavaciones romanas. De hecho hoy sabemos que los lavaderos romanos (fullonicae) no solían tener este aspecto. Lavaban la ropa en cajetas o tinajas, también en pequeños estanques, usando orines.
Recientemente, tras la restauración del conjunto, se ha apuntado que el lavadero pudo ser construido hacia el siglo XVII. Nos parece una datación más acertada. Precisando un poco más, es posible que la fuente y el lavadero sean contemporáneos de la iglesia de Cuevas, pues sabemos que mientras el siglo XVI fue el periodo más próspero en la historia del pueblo, entonces llamado Cuevas de Cañatazor, en el siglo XVII se produjo una profunda crisis que reduciría la población a prácticamente la mitad en unas décadas.
En el siglo XX, hacia los años 60, se construyó otra fuente con su pilar abrevadero a unos metros porque el viejo ya quedaba casi sepultado por el lodo. Y posteriormente también se alzó un nuevo lavadero que tuvo una vida breve pues ya habían llegado las primeras lavadoras al pueblo.
El lugar de la fuente del Caño fue muy frecuentado durante siglos. Allí coincidían las mujeres que lavaban la ropa, las personas que iban a sus huertos de la Rivera, los hombres que venían con las bestias del laboreo de la tierra a dar agua a los animales, y, durante el final del verano, las personas que acudían a vender su espliego, pues a unos metros del lavadero se instalaba la caldera de destilar la lavanda. También se encontraba en las inmediaciones la desaparecida ermita de Santa Ana.
La tarea del lavado de la ropa se asignaba tradicionalmente y casi exclusivamente a las mujeres. Se trataba de un trabajo duro y penoso. Las lavanderas solían bajar por la calle de La Fuente con sus canastas, cubos y barreños llenos de ropa. A veces traían una cesta o canasta a la cabeza puestas sobre un rodete.
Para el lavado de la ropa se usaban jabones artesanales fabricados en las casas con aceites, grasas animales y sosa cáustica. A la intemperie, con el agua sempiternamente helada y con los fríos invernales, muchas mujeres sufrían los temidos sabañones y con cierta frecuencia las manos llegaban a sangrar.
El lavadero y la fuente fueron, sin embargo, uno de los centros sociales más dinámicos del pueblo. Allí hablaban ellas de sus asuntos y allí también se entablaban primeras relaciones con los campesinos que iban a dar agua.
Como hemos dicho en otras ocasiones, es bueno que un pueblo guarde los vestigios de su pasado. Eso denota amor a la tierra y respeto hacia quienes nos precedieron.