lunes, 18 de marzo de 2019



COSTUMBRES CURIOSAS DE CUEVAS DE VELASCO 




1. Coger los cantos con cera de las procesiones para lanzarlos contra las tormentas. 


Antiguamente las procesiones de Semana Santa de Cuevas contaban con numerosos fieles que acompañaban a los pasos, y que portaban velas. Quienes iban detrás, tenían por costumbre coger los cantos sobre los cuales había caído una gota de cera, pues se decía que estas piedras tenían el poder de conjurar las tormentas. 

Cuando se aproximaba una nube al pueblo, si se temía que descargase granizo que pudiera dañar las cosechas, se arrojaban al cielo estas “piedras santas” para alejar la tormenta. 

También era costumbre antaño recoger piedras, con el mismo propósito, el sábado de Gloria, a las 12 en punto, cuando repicaban las campanas a “levantar la losa”, anunciando la Resurrección. 

2. El gorrino sanantonero. 



Se trata de una antigua costumbre muy extendida, pero que ha desaparecido en el último medio siglo de la mayor parte de los pueblos de España. 

En Cuevas de Velasco, allá al final de la primavera, una persona, bien por promesa o por devoción, soltaba un cerdito para que todo el pueblo participase en su engorde. En algunas ocasiones hubo dos o tres gorrinos. 

El animal llevaba una campanilla con la que se anunciaba y prevenía a los vecinos de su llegada. Casi todas las familias le ofrecían algún tipo de alimento. Así, el cochino iba engordando, poco a poco. 

Era una imagen pintoresca ver a un animal deambulando por el pueblo. Hozaba en donde podía arrancar alguna raíz o algún bulbo; se restregaba en los charcos y acudía puntual a las casas donde sabía que había buena pitanza. Solía tener como refugio un pajar o una tinada. 

Cuando se aproximaba la fiesta de san Antón, 17 de enero, se rifaba o subastaba entre los vecinos interesados. Siempre venía bien un cerdo extra para rellenar las orzas. 

Los beneficios obtenidos se empleaban en obras de la iglesia y especialmente en el culto del santo anacoreta, san Antón. 

3. Pedir por la zorra. 



La zorra solía acercarse a los corrales del pueblo, especialmente en invierno, cuando el alimento escaseaba en el campo, y atacaba los gallineros. El problema es que a veces mataba muchas aves, aunque solo pudiera transportar hasta su madriguera una o dos. 

El caso es que los zorros se convirtieron en enemigos públicos y se premiaba su captura y exterminio. 

Así, cuando alguien atrapaba alguna zorra, solía exhibirla por el pueblo, de puerta en puerta, pidiendo su “recompensa”. Y la gente le ofrecía un donativo, en metálico o de otra índole. 

4. Recogida de caracoles. 



Hoy día, con el empleo de productos fitosanitarios, la sequía, la concentración parcelaria y la fuerte mecanización del campo, los caracoles casi se han extinguido. Pero antaño se recogían, como complemento de la dieta, por ser un bocado exquisito. 

Había diversos modos de atrapar estos moluscos, pero uno de los más llamativos era el de la captura nocturna con una especie de retel casero. Se construía con un aro y una alambrera y se manejaba con un mango largo. Se llenaba de suelas de goma, de alpargatas, y se encendía. Los caracoles, en la oscuridad de la noche, acudían a la claridad del “incensario”, o bien por sus costumbres nocturnas andaban fuera de sus refugios y eran atrapados con facilidad. 

5. Agua bendita en las tormentas y oración a santa Bárbara.

Las bendiciones de los campesinos vienen con frecuencia del cielo, en forma de lluvia benefactora, pero también del cielo llegan las grandes catástrofes, en forma de pedriscos capaces de arrasar la cosecha. 

Las tormentas siempre fueron muy temidas y la gente trataba de detenerlas con rezos y conjuros. 

Uno de estos conjuros se aplicaba cuando se aproximaba una gran tormenta. Entonces, alguien piadoso de la casa, tomaba agua bendita, que siempre había guardada para estos usos y otras aplicaciones, y la arrojaba desde la puerta de la calle mientras se recitaba una oración. 

Con diversas variaciones, la oración, dirigida a santa Bárbara, santa protectora contra los rayos y las tormentas, decía así: 

Santa Bárbara bendita, 

que en el cielo estás escrita 

con papel y agua bendita. 

Jesucristo está clavado 

en el árbol de la cruz. 

Paternoste, amén, Jesús. 

Otras variaciones del mismo rezo finalizaban con frases como: 

Huid, nubes, a los montes. 

6. No hacer gachas el día de difuntos. 

Las gachas con harina de almortas era un desayuno muy arraigado en Cuevas. Pero había algunos días que la tradición mandaba evitar ese guiso. Uno de esos días era el día dos de noviembre, día de los Difuntos. Se decía que solía venir un fallecido a untar el dedo en las gachas para degustarlas. Igualmente los días en que se producía algún fallecimiento en el pueblo tampoco era recomendable hacer gachas, por la misma razón. 

7. Pasar a uno por la rama de la higuera.



No tenía mucho arraigo el curanderismo en el pueblo. Es posible que tantos siglos de persecuciones de brujas, videntes, visitadores y demás personajes semejantes, hubiera acabado por poner freno a muchas supercherías. 

No obstante, se mantuvieron algunos ritos antiguos, como el de pasar al enfermo por la rama de la higuera. 

La ceremonia seguía unas normas y una liturgia muy curiosas: lo primero que se precisaba era un enfermo que quisiera sanar. En segundo lugar, dos hombres, uno debía llamarse Pedro y el otro Juan. El rito se practicaba el día de San Juan, 24 de junio, por la mañana, al pie de una higuera. 

Se elegía una rama del árbol y se desgarraba hasta dejar solamente la piel y, sobre la rama escindida se pasaba tres veces al enfermo, de las manos del llamado Juan a las del llamado Pedro, con esta monserga: 

Tómalo tú, Pedro 

Dámelo, tú, Juan 

Tómalo, tú, Pedro 

La mañana de san Juan. 

Enfermo te lo doy, 

sano me lo devolverás. 

Luego se procedía a unir la rama desgajada y colocarla en su sitio. Se ataba bien con una cuerda de esparto y se esperaba un tiempo. La tradición indicaba que si la rama seguía verde, el enfermo sanaba.

8. Cruz en la ceniza de la lumbre. Tenazas en cruz 



Otra superstición que hemos llegado a conocer quienes hemos superado ya el medio siglo de vida era la de hacer cruces en la ceniza de la lumbre. Al irse a dormir el último de la casa, solía dibujar una cruz en la ceniza de la lumbre, como medio de alejar al diablo, que, según se suponía, podía entrar por la chimenea. Igualmente era frecuente dejar las tenazas de atizar la lumbre en cruz, con el mismo propósito. 

Recuerdo que hoy estas cosas se ven como costumbre bárbaras y de gente inculta, pero esta y otras muchas ceremonias formaban parte de las tradiciones locales.

9. Bendecir el pan. 

Las precauciones con el pan eran muchas, debido, seguramente, a los tiempos en que las hambrunas apretaban y el único alimento capaz de dar sustento a las personas era precisamente el pan. De sobras es conocida la importancia del pan en la alimentación en nuestros pueblos. 

Antes de partir el pan, cuando estaban todos a la mesa, se hacía una cruz al pan con el cuchillo. Solía hacerlo una de las personas más ancianas de la casa. 

También se cuidaba mucho de dejar el pan sentado sobre la mesa, y no volteado. 

10. Santiguarse al pasar ante la puerta de la iglesia. 



Era costumbre general santiguarse al pasar ante la iglesia, especialmente si se hacía por el atrio. 

La ceremonia era apenas un gesto dibujando la cruz desde la frente al pecho, pero había personas que se detenían más en realizarla o ejecutaban una señal de la cruz completa. 

Tampoco faltaba quien se llevaba la mano al pecho al cruzar ante la puerta principal de la iglesia.

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