jueves, 31 de agosto de 2023

   
                              DOS MIL PINOS TALADOS


Enormes camiones cargados de troncos de pinos circulan por el pueblo estos últimos días del mes de agosto. Llegan al pueblo de vacío por la carretera de Cuenca, suben a la plaza, donde dan la vuelta, y bajan de nuevo para tomar el camino de las cuevas del Terrero. Luego atraviesan las eras y descienden por el camino de la ermita hasta tomar la carretera del Villar que abandonan al poco para encaminarse al Monte de Abajo por la pista de la Edesa. Luego, ya cargados, realizan el recorrido a la inversa.

Camión cargado de troncos abandonando el pueblo en dirección a El Provencio.


Hace ya un año se marcaron unos dos mil pinos para ser talados. Parece que la idea llegó de las autoridades de Cuenca o de la Comunidad. La idea era talar pinos a ambos lados de la pista que cruza el monte, cincuenta metros a cada lado. El propósito que se perseguía era ampliar el potencial del propio camino como cortafuegos, aclarando a ambos lados medio centenar de metros de pinos.

El caso es que se han cortado alrededor de dos millares de árboles, algunos de excelente porte con hasta 12 metros de longitud y un diámetro a 1,30 m de altura de más de 40 cm. Muchos de los ejemplares talados superaban los cincuenta años de existencia, llegando otros casi al siglo de vida.

Pino talado en nuestro monte. Puede apreciarse su edad.


Uno, que no entiende mucho sobre protección de los montes, esto de cortar pinos para evitar que se quemen los montes le parece que es como sacar los muebles de una casa y llevárselos para que en el caso de incendio del inmueble las llamas vayan más lentas y se puedan aprovechar los muebles rescatados.

Pino marcado para ser talado.


Antes estas labores de limpieza y aclarado de los montes la realizaban los rebaños y los habitantes del pueblo. Estos realizaban limpias intencionadas y organizadas para hacer acopio de leña para hornos y cocinas. Por otro lado, las entre tres mil y cinco mil cabezas de ganado (ovejas y cabras) que llegó a haber en el pueblo de Cuevas se encargaban de mantener a raya los arbustos de crecimiento rápido y de repelar todos los pastos que hallaban a su paso. Solo en el Monte de Abajo quedan aún vestigios de al menos ocho o diez corrales de ganado.

Camión cargado de troncos del Monte de Abajo.


Hoy día se plantean dos problemas de envergadura: uno es cómo evitar los incendios y otro es cómo apagarlos. Hay campañas para evitar el fuego en nuestros montes, pero la pertinaz sequía y el tan traído y llevado cambio climático no dan tregua. Cada año hay más superficie de bosques que desaparecen por las llamas.

Efectivos tratando de apagar el fuego que se declaró en Cuevas de Velasco en el año 2000.


La verdad es que hay otros muchos factores que ponen en riesgo los montes. Por ejemplo, cada día hay más pistas y senderos que atraviesan las zonas arboladas. Y al acceder gente de toda condición, siempre es más probable que haya algún imprudente o algún energúmeno incendiario. Y sin embargo, creo que hay que desterrar ideas como “al monte, cuanto menos vaya la gente, mejor” o “lo mejor para proteger el monte es no ir” Se trata de ideas cavernícolas, muy negativas incluso para la propia integridad de los montes. ¿Qué cariño o qué apego puede sentir una persona hacia un bosque al que no le dejan entrar? Los montes públicos son bienes públicos y pueden entenderse, por supuesto, restricciones o prohibiciones puntuales para facilitar la regeneración de los espacios naturales, pero el cerrar el monte a los ciudadanos es el mejor modo de condenarlo. Justamente se trata de lo contrario, es decir, de hacer partícipes a los senderistas, paseantes, fotógrafos, naturalistas, buscadores de hongos, familias… a todo aquel que busca en los montes la belleza y los dones que nos ofrece la naturaleza. Se trata de hacer que cada persona que pasea por estos bosques los sienta un poco suyos y que entienda bien que posee un gran tesoro.