viernes, 5 de enero de 2024

     ADIÓS, ANTONIO


En una charla este último verano.

Camino ya de los 95 años nos ha dejado para siempre nuestro vecino Antonio Ballesteros, conocido también como Antonio, el Sacristán, por el tiempo que desempeñó sin remuneración, como gustaba de decir él mismo, ese oficio.

Antonio ha sido durante estas nueve últimas décadas un personaje singular. De sus años de Seminario poseía una instrucción nada común en gente de su edad y posiblemente ese abrir los ojos a la cultura, inaccesible para muchos otros, es lo que le proporcionó una visión privilegiada de su tiempo y de su pueblo.

De entre todas sus facetas yo destacaría su inmenso amor al pueblo de Cuevas de Velasco y su constante disponibilidad para la gente a la que podía ayudar en algo. Su casa se convirtió en local de clases particulares y de refuerzo, pequeña academia de música, lugar de iniciación a la electrónica…

Fue un personaje dinamizador de diversas actividades, como el teatro y el atletismo. También su domicilio se constituyó durante décadas en centro desde el que la mocedad del pueblo planeaba y organizaba sus tradiciones, como la ronda o los judas.

Tuvo la visión en un tiempo en que no se valoraban suficientemente los archivos y buceó en el riquísimo Archivo de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Con los datos obtenidos y con la recopilación de tradiciones, costumbres y canciones publicó un librito titulado Historia de Las Cuevas de Velasco, del cual aparecería una segunda edición. Este estudio sigue siendo imprescindible para conocer la historia de la iglesia de Cuevas y para tener una aproximación a la cultura antigua del lugar. También escribió Usos y Costumbres.

Una última obra, Historia de los Velasco ,a la que me consta que dedicó mucho tiempo, queda aún por ver la luz.

De todas las peripecias que narraba, recordamos la de su paso por la cárcel de Cuenca en la que ingresó junto con Paco del Río por un suceso que hoy día ampararía la libertad de expresión y que afortunadamente se resolvió.

Durante muchos años ha ejercido de guía para quienes querían visitar la iglesia o hacer un pequeño recorrido por el pueblo. Dichas visitas solían concluir en un museo etnológico que él mismo fue creando en su casa recogiendo y recuperando útiles, herramientas y artefactos antiguos pertenecientes a las tareas agropecuarias.

Otra de las facetas que desarrolló fue el conocimiento de las plantas. Durante años se sumergió en el mundo de la herboristería, recogiendo, catalogando cientos de plantas de la zona e incluso estudiando sus propiedades y aplicaciones en medicina de herbolario.

Algunos visitantes y propios del pueblo lo recordarán siempre por las exposiciones que adornaban su casa. Recogía raíces, piedras y todo aquello que tuviese parecido razonable con algún animal u objeto y los exponía cuidadosamente en su portal. También tenía expuesto su asombroso árbol genealógico que se remontaba a más de 400 años.

Ahora que está tan de moda lo ecológico, Antonio inventó una ducha con un cangilón colgado de la rama de un manzano, donde el agua se calentaba con el calor del sol.

Me consta que hasta el último momento Antonio ha peleado por sacar adelante otro proyecto, el de recuperar la Entrada de Moros y Cristianos. Quizás nos deja marcado el camino por donde hay que seguir para preservar y recuperar nuestras tradiciones.

Requiescat in pace, amice Antonio.