lunes, 8 de enero de 2018


    
                                            SIGLOS OSCUROS

Construcción de una iglesia románica.


Desde su fundación, hacia finales del siglo XII, el pueblo de Cuevas de Velasco, llamado probablemente desde su origen Cuevas de Cañatazor, presenta una historia llena de sombras hasta que, ya en el siglo XVI, las fuentes abundan en noticias de esta antigua villa.

Las últimas incursiones de los almohades en esta tierra tuvieron lugar en los años 1172 y 1197. En este tiempo el castillo de Cuevas de Cañatazor debió jugar algún papel, pero no tenemos noticias. En este último gran ataque los almohades no lograron tomar Cuenca ni Huete, pero es muy probable que arrasaran el resto del territorio y destruyesen las fortificaciones menores, pues se sabe que las órdenes militares construyeron Hospitales en las dos ciudades para acoger a los numerosos heridos y damnificados. Sabemos que estas aceifas contra la tierra recién repoblada por los cristianos eran muy destructivas: se robaban los frutos, los animales, se saqueaban los pueblos, se destruían los sembrados, talaban las mieses, las viñas, los olivares, quemaban todo cuanto había y conseguían cautivos para venderlos como esclavos. Por otro lado, los cristianos actuaban de manera parecida en sus incursiones en territorio controlado por los musulmanes. 

Tropa musulmana de regreso tras una razia, con esclavos y botín.

Una vez superado el peligro musulmán en el alto Tajo, el sur de la comarca de la Alcarria pierde su interés estratégico y las aldeas de Huete, entre las que se hallaba el pequeño núcleo de Las Cuevas de Cañatazor, comienzan su andadura como nuevos asentamientos. El control es total desde la cabeza del Alfoz, Huete. Desde la ciudad se repuebla, se legisla, se vigila, se controla la explotación de todo el territorio optense que abarcaba desde el sur de la actual provincia de Guadalajara hasta La Mancha y desde los límites con Madrid hasta las mismas puertas de la ciudad de Cuenca. Desde la ciudad se establecían los límites y mojones, las zonas comunales (ejidos y dehesas), el cobro de impuestos, los nombramientos de representantes, etc.

Hacia comienzos del siglo XIII se establecieron los límites de los términos de cada aldea. Cada pueblo contaba con dos representes que acudían a la ermita de Santa Ana, de Huete, extramuros, hoy desaparecida, para tratar los asuntos que les eran comunes, especialmente el reparto de arbitrios, tanto reales como de la Tierra de Huete. También se nombraban caballeros de la tierra que se ocupaban de vigilar el uso de los montes, las dehesas y las viñas. En Cuevas existe un cerro llamado Cerrillo del Guarda, que recuerda el oficio de aquellos antiguos viñaderos. 

La fundación de estos núcleos rurales menores atendía a una estrategia de consolidación del territorio conquistado y, por consiguiente, en ellos había pastores, labradores, pero también un contingente de guerreros de mayor o menor magnitud, según la importancia de la aldea. El castillo de Las Cuevas de Cañatazor debió contar con toda seguridad con su guarnición, al menos durante los años críticos de la reconquista de Cuenca (1177) y Alarcón (1184). Y si aceptamos la hipótesis del historiador Julio González, las huestes del castillo de Cuevas de Cañatazor debieron ser notables hasta el punto de ser citadas, junto a las de Alcalá, para la batalla de Uclés (1108).

Establecida la Comunidad de Villa y Tierra de Huete, todo el inmenso territorio que antes había pertenecido a Santaver (Ercávica), además de otras tierras procedentes de la conquista, pasó a ser administrado desde la ciudad. La Tierra de Huete estaba organizada en sexmos. Cuevas de Cañatazor perteneció al sexmo de Caracena del Valle. Las aldeas eran abundantes pero de reducidas dimensiones. 

No hay que pensar en un núcleo importante de habitantes en los primeros siglos. Lo más probable es que los primeros dos siglos de historia del lugar, la aldea de Cuevas de Cañatazor apenas alcanzase el medio centenar de casas, situadas la mayoría en las proximidades del castillo. 

En la baja Edad Media, en las aldeas de la Tierra de Huete, las casas eran ya semejantes a como las hemos conocido nosotros hace medio siglo, pero con menos mobiliario. Abundaban los suelos de tierra prensada en las habitaciones. Y los muros podían ser de ladrillo de adobe, o de piedra y yeso. Por lo demás la vivienda se organizaba en torno a la cocina, que hacía de distribuidor, y tenía otras dependencias , como: un corral (a veces se entraba por el corral a la casa), cocedero, sótano, cámaras y en ocasiones algún herrenal (arreñal). Los tejados solían ser de teja aunque no escaseaban los de carrizo, junco etc.. Se trataba de viviendas frágiles y de materiales fácilmente combustibles lo que con el riesgo del uso de candiles, teas, almenaras, lumbres…, hacía muy frecuentes los incendios.

Caballero cristiano partiendo a la guerra.

El paisaje estaba más vestido de árboles que ahora, incluso tras las progresivas roturaciones que se iban produciendo. Y también la fauna era más variada. El oso, el lobo, el ciervo y el corzo, estos dos últimos recuperados recientemente, eran los mamíferos que completaban el panorama faunístico de estas tierras. Los nombres de algunos parajes locales hacen referencia a estos animales (Los Sauces del Corzo, Valdelalobera, El Olaboso). 

El lobo, desaparecido hace  más de un siglo y que puede volver a nuestros pueblos.


Los cultivos más importantes eran: el trigo, la cebada, el centeno, la avena, la vid y el olivo. Menos importantes, pero con presencia continua: el cáñamo, el mimbre y el azafrán. Los huertos proporcionaban el resto de alimentos que precisaban las familias. 

La mujer se incorporaba con frecuencia a las tareas de la recolección.


En cada aldea había tres o cuatro grandes propietarios (entiéndase que contaban con una hacienda superior a las 30 hs), un grupo numeroso de medianos y pequeños propietarios, y una clase social baja formada por jornaleros, artesanos y menesterosos. También se supone que hubo en Las Cuevas algún hidalgo, pues, amén de los indicios de fachadas blasonadas, tenemos noticias de que un tal Juan de Salinas, vecino de Cuevas de Cañatazor, probó en 1528 su hidalguía ante la Real Chancillería de Granada. 

Además del cultivo de la tierra, la ganadería contribuía de forma importante a la subsistencia de aquellas pequeñas aldeas, y una serie de ocupaciones, como: barbero, hornero, molinero, carpintero, herrero, etc., cubrían las necesidades del pueblo.

Hablamos de tiempos oscuros porque la documentación que hemos consultado hasta ahora ofrece poquísimos datos sobre el devenir de aquella pequeña aldea medieval. Para quienes se interesen por la historia de Las Cuevas de Cañatazor, el camino de investigación apunta, por un lado al Cabildo de Huete y por otro al Archivo Histórico provincial en su sección de Actas Notariales.

Para que una aldea consiguiera la exención y la carta de villazgo debía presentar sus razones. Pero más allá de razones como la lejanía a Huete, las quejas de ciertos vecinos contra la administración distante y con frecuencia arbitraria o la aparición de algún linaje poderoso en la aldea, en el caso de Las Cuevas de Cañatazor fue con toda probabilidad el crecimiento demográfico notable en la primera mitad del siglo XVI lo que permitió al pueblo adquirir el rango de villazgo. Hay dos indicios que nos conducen a esa hipótesis: por un lado, la construcción de una iglesia enorme en la segunda mitad de dicho siglo. ¿Para qué iba a levantarse un templo así sino para poder albergar a más fieles y ser reflejo de la pujanza de la nueva villa? Y por otro lado, creemos que la primera gran ampliación de las tierras de cultivo tuvo lugar hacia finales del siglo XV y principios del XVI, coincidiendo con las roturaciones generalizadas que se produjeron en otros lugares próximos. El topónimo de los Arrompidos, paraje situado hacia el sur de la villa de Cuevas, nos sugiere que muy probablemente toda la zona entre los montes de Arriba y de Abajo fue roturada en aquel tiempo, añadiendo a la superficie agrícola útil unas 300 hs, un 33% del terreno cultivado hasta entonces.

Poco a poco iba ampliándose la superficie de cultivo mediante roturaciones.


En efecto, echamos de menos algún dato histórico, pero las fuentes callan. Y debemos interpretar este silencio como reflejo de la insignificancia de la aldea de Cuevas de Cañatazor en sus primeros siglos de vida. 

La tradición de Las Cuevas habla de que el actual templo parroquial se construyó sobre el solar de una pequeña iglesia románica. Dicha tradición está avalada por algunos datos históricos. Por ejemplo, en el libro Historia de Las Cuevas de Velasco, de Antonio Ballesteros, se apunta que a finales del siglo XVI se construyeron tres campanas para colocarlas en la torre de la nueva iglesia, y que estas campanas se obtuvieron al fundir las “dos grandes” que habían servido en la antigua iglesia 202 años. Así, pues, hacia 1397 había en el pueblo de Cuevas de Cañatazor dos campanas que, sin la menor duda estarían emplazadas en una espadaña con dos arcos de medio punto, como podemos ver aún en la mayor parte de las iglesias románicas que se han conservado en la provincia. Aunque la idea de que fueran “grandes” desconcierta un tanto, pues se cree que aquella primera iglesia de Las Cuevas no era sino una nave románica de reducidas dimensiones, posiblemente parecida a la que queda aún en ruinas en Caracena del Valle.


Aspecto actual de la iglesia románica de la Abadía de Caracena.



Portada de la iglesia románica de Naharros. Muy semejante debió ser la antigua iglesia de Cuevas.


Por otro lado, también Antonio Ballesteros apunta que existe en los archivos de la iglesia de Cuevas, hoy custodiados en el Obipado, un libro apergaminado con las cuentas de la ermita de San Bartolomé, antiguo patrón del pueblo, en el que se dice que la primitiva ermita del Apóstol era tan antigua como el pueblo y que se edificó en el solar que hoy día ocupa el cementerio. Más tarde, se edificó otra en el mismo lugar.

La Cruz del Cura. Probablemente el monumento más antiguo de Cuevas. Solo podían levantarlo las villas que tenían plena jurisdicción.

Los siglos XIII, XIV y XV son los siglos oscuros en la historia de Cuevas de Cañatazor. La fundación inicial debió ser modesta, aunque a medida que iba ampliándose la explotación agrícola a toda la vega, a sus vallejos perpendiculares y a los huertos de regadío que surgían acá y allá en las proximidades de pequeños manantiales, el pueblo prosperó notablemente. Sin embargo, hoy sabemos bien que durante los siglos XIII y XIV el desarrollo demográfico se ralentizó, pues fueron tiempos de grandes mortandades por la peste y las hambrunas. Hasta mediados del siglo XV y especialmente a comienzos de la decimosexta centuria, con la llegada de las nuevas roturaciones y la extensión de los cultivos, no se producirá el impulso que cristalizará en la emancipación de Huete y en la consecución del título de villazgo.






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