jueves, 4 de abril de 2019


                   RESTAURACIÓN DEL ATRIO DE LA IGLESIA 


Según el diccionario de la Real Academia “atrio” es el andén que hay delante de algunos templos, por lo general enlosado y más alto que el piso de la calle. Esta definición viene que ni pintada al atrio de nuestra iglesia de Cuevas de Velasco. 

El atrio tiene sus antecedentes más remotos en una especie de patio con el que contaban las mejores casas romanas. Pero con la llegada del cristianismo pasó a referirse al espacio que antecede a la portada del tempo o que rodea el propio templo. 

Sus funciones fueron muy diversas. Por ejemplo, antiguamente marcaba los límites de la jurisdicción eclesiástica, es decir, el individuo que entraba en el atrio ya estaba “acogido a sagrado” y, por lo tanto, no podía ser detenido por la justicia ordinaria. 



Los atrios fueron también cementerios. Cuando los enterramientos superaban las posibilidades del propio templo, se habilitaban los alrededores, incluido el atrio, para las sepulturas de los fieles. 

Finalmente, hoy en día, los atrios tienen la función de servir de antesala para acceder al templo, de separar el ambiente de lo religioso del de lo pagano. 

El atrio de la iglesia de Cuevas de Velasco cumplió y cumple todos esos usos. El muro que lo circunda fue restaurado hace ya tres o cuatro décadas. Y ahora le ha tocado el turno al pavimento, que también había sido reparado hace algún tiempo, pero cuyo deterioro hacía difícil incluso caminar por ese espacio. 

Cuando se han levantado las capas de cemento y de guijarros se ha llegado a una profundidad considerable. En el subsuelo del atrio han ido apareciendo huesos humanos, muchos, hasta el extremo de que ha habido que trasladarlos al cementerio en remolque, como sucedió ya cuando se excavó para construir las aceras hace cuatro o cinco décadas. 



Una observación cuidadosa de las obras de restauración aporta interesantes noticias. Desde siempre se había oído, una de tantas tradiciones orales, que la iglesia se levantó sobre una plataforma de sillares y esto ha quedado desmentido, puesto que, una vez hecho el desmonte, se aprecia perfectamente que el edificio, al menos su muro sur, está asentado sólidamente sobre la roca viva. 




No se aprecian trazas de sillares o bloques de piedra bajo los muros, sino la roca arenisca amarillenta y ocre de esta zona del pueblo. Quienes recordamos aquellos peñascos que emergían en plena calle, antes del asfaltado, identificamos perfectamente esas rocas. 

El atrio restaurado realza la belleza del templo. También facilita todas las ceremonias y ritos que tienen lugar en ese espacio sagrado, especialmente la danza procesional de Cuevas. La iluminación contribuye también al esplendor de este templo magnífico. 

 
 
 
 


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