lunes, 25 de septiembre de 2023


                                  UN   PUENTE   ESCONDIDO

En un paraje de Cuevas de Velasco se encuentra este magnífico puente.


El día 25 de julio parto del pueblo cuando levanta el día. A estas alturas del año es preciso madrugar un poco si uno no quiere verse sorprendido a media mañana por estos sofocos que parecen premonición de lo que ha de ser el infierno.

El Vallejuelo tiene su magia y, de forma inexplicable, obsequia al caminante con un frescor inusual, impensable, ni de día ni de noche, durante la canícula.

El gigantesco cadáver del viejo chopo yace, tendido de largo a largo, como el rey don Pedro en el Campo de Montiel. Este árbol acompañó a varias generaciones de cuevenses. Muchos aprendimos a trepar en su tronco que usábamos para ocultarnos en los juegos. Su regalo era siempre ese aroma a hojas de chopo inconfundible y que llevamos fijado a la pituitaria desde la infancia. Nos duele su muerte, pero parece que la podredumbre amenazaba con hacerlo caer en cualquier momento.

Parte sana del chopo del Vallejuelo.
              


Desde lo alto de La Peñuela observo los escaramujos, las esplegueras, las zarzamoras y la selva de ciruelos medio silvestres, nogueras, moreras, parras, cerezos… Una rutilante planta de madreselva adorna la sendita que desciende hasta la poza. Y es justo en el túnel vegetal de acceso a la fuente donde un mirlo viene a obsequiarme con un concierto sorprendente. Echo mano al móvil y lo grabo para que quede constancia de la altura del concierto pajaril.


El paso a nivel de la Estación ya ha quedado en silencio para siempre. Cruzo las vías, abandonadas a su suerte, y rodeo el ruinoso edificio, tan animado en otros tiempos, con cierto respeto, como esos vaqueros que atraviesan sigilosamente los cementerios apaches.

Ferrocarril abandonado.

Ruinoso edificio de la estación del tren.


Recuerdo los días finales de junio, por san Pedro y sal Pablo, allá por los años sesenta y setenta, cuando una pandilla de niños alborotados enfilábamos la carretera de La Ventosa en busca de cerezas, de nidos y de aventuras. Con frecuencia nuestras correrías infantiles llegaban hasta la mítica cueva de la Mora, donde siempre había algún gracioso que aseguraba oír extraños ruidos y misteriosos gemidos.


El Vallejo (Valdeconcejo, como insiste José, que seguramente lleva razón) se ha vestido este año de esmeralda. Cientos de miles de girasoles, como monjitas con sus hábitos y cofias verdes alegran los campos. Yo estoy convencido de que estas plantas levantan el ánimo cuando están en plena floración y deberían investigarse sus poderes terapéuticos. Quién sabe si un día llegará uno al psiquiatra con algún achaque propio de esta sociedad de las prisas y las ansias y el galeno te recetará realizar largos paseos entre las plantaciones de girasol.

El cultivo del girasol, importante complemento de la economía local.

Valdeconcejo con los campos de girasoles.


Al llegar a La Citeruela miro los dos peñascos que guardan la entrada al valle, Los Tormos, de un lado, caos de pináculos ocres, y la Peña de la Cagurria, gigantesca ara de dioses colosales.

Peña de la Cagurria a contraluz.

Los Tormos desde Valdeconcejo.


La carretera salva el barranco de Valdeconcejo por un puentecillo que queda oculto bajo varias capas de piedra y asfalto que se han acumulado en las sucesivas ampliaciones y reparaciones. Nadie diría que bajo este firme, escondida, se halla una joya arquitectónica.

Cuando el caminante desciende al barranco encuentra una rara y perfecta obra arquitectónica que lo deja perplejo. Y es que la factura del puente de Valdeconcejo es impecable, de líneas clásicas y de materiales bien conservados.

Ojo del puente de Valdeconcejo.


Detalles de la hechura del puente. Destaca la ausencia de material de relleno.


El puente está construido enteramente en piedra de sillería regular, bien tallada y encajada con elegancia. El ojo lo forma un arco rebajado completado en los frontales por seis dovelas muy semejantes y la clave. Dicho arco apoya en dos pilastras laterales en las que descansa la primera dovela. La bóveda o intradós la constituyen series de sillares también regulares, alineados y perfectamente encajados.

La bóveda del puente la forman siete filas de sillares alineados.


Por lo que conocemos del pueblo, este puente es un elemento absolutamente singular y de un interés arquitectónico considerable. No guarda, al parecer, relación con la arquitectura ferroviaria ni con otro tipo de obras públicas antiguas de nuestro término. Por lo tanto debió ser construido cuando se diseñó y se empedró por primera vez la carretera de La Ventosa.

Hay que tener presente que esta carretera fue durante mucho tiempo la única vía empedrada que comunicaba Cuevas de Velasco con Cuenca. Se trataba de la vía oficial de acceso a nuestro pueblo.

Carretera de La Ventosa. Nadie diría que bajo este tramo se oculta el elegante puente de Valdeconcejo.


Sabemos que el puente se loda cuando una gran avenida se precipita desde lo alto del valle. Su ojo no es suficientemente profundo como para desalojar todo el caudal que una potente tormenta puede propulsar por el barranco. Con frecuencia el agua y todos los materiales de arrastre saltan e inundan la carretera. Es probable que alguna rambla o el ensanche de la carretera hayan hecho desaparecer los pretiles que tendría en origen.  

A pesar de eso, es preciso conservar el puente y preservarlo de cualquier deterioro, en razón de su interés arquitectónico y de su belleza.




2 comentarios:

  1. Gracias Santiago por tu interés por el pueblo y porque nos enseñas tantas cosas que desconocemos sobre nuestra tierra. 👍👍👍

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  2. Gracias Santiago por el amor al pueblo y su cultura.⁹

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