EL MISTERIO DE LAS ÁNIMAS QUE ESPERAN
Hay en la iglesia de Cuevas de Velasco un cuadro enigmático. La gente lo conoce como El cuadro de las Ánimas, aunque también lo han calificado en alguna ocasión como Los Frutos de la Misa.
Quien se sitúe ante este cuadro y espere unos instantes, mientras las pupilas se adaptan a la penumbra, comenzará a ver personajes acá y allá, arriba y abajo. En total, más de 52 figuras pueblan el lienzo. Uno no sabe bien dónde poner la vista, pero el ojo, por su cuenta, se enfoca hacia las llamas. El sufrimiento ejerce una extraña fascinación sobre el espectador. Esas criaturas, abrasándose en las llamas del purgatorio, mueven a la compasión y desatan el temor de los mortales. Pero vayamos por partes.
En la parte superior central está Jesucristo sobre una gran cuba que no es otra cosa que el llamado Lagar Místico. Jesús derrama su sangre por las llagas de pies, manos y costado sobre la uva cuyo prensado da el vino que, a su vez, se convierte en la sangre de Cristo en la misa. Sabemos, creyentes o no, que este es uno de los grandes misterios de nuestra religión.
A la parte izquierda se representa a la Virgen del Carmen, con el Niño en brazos, mientras ofrece escapularios a las almas purgantes. Las ánimas alzan los brazos en busca de uno de esos pasaportes para la salvación, para ascender a la gloria.
A la derecha, posado sobre una nube, como la Virgen, vemos a santo Domingo de Guzmán con el tradicional hábito blanco y la capa negra de los dominicos. A su lado aparece un perro con una antorcha encendida, pues se dice que estando la madre del santo encinta soñó que paría un perro con una antorcha en la boca que iba por todo el mundo causando incendios. La interpretación que se le dio a tal sueño fue que la antorcha se refería al ardor con el que el santo iba a difundir la fe por todos los lugares. Al escapulario frailuno se aferran las ánimas deseosas de librarse del fuego del purgatorio.
A los pies del Lagar Místico, se representa a dos ministros de la iglesia ataviados con vestidura ceremonial. Parece probable que el de la izquierda sea San Agustín, a quien se muestra con frecuencia como joven o de mediana edad, con la cabeza parcialmente rapada y la tonsura en señal de consagración. El otro personaje, con cabello canoso y larga barba entrecana, podría ser san Jerónimo, representado habitualmente como un anciano sabio y penitente. Ambos sostienen sendos cálices que recogen la sangre de Cristo
Estos dos personajes pronuncian fragmentos de salmos que están inscritos en una especie de cartelas o bocadillos verticales. San Agustín dice: CALICEM SALUTARIS ACCIPIAM (Tomaré el cáliz de la salvación) Salmo 116:13. Por su parte, san Jerónimo dice: ET SACRIFICABO HOSTIAM LAUDIS (Y ofreceré un sacrificio de alabanza) Salmo 116:17.
La base sobre la que se sustenta el Lagar Místico también muestra una inscripción: TUNC ACCEPTABIS SACRIFICIUM IUSTITIAE OBLATIONES ET HOLOCAUSTA ( Entonces aceptarás el sacrificio de justicia, las ofrendas y los holocaustos) Salmo 51:21. Este salmo 51 es también conocido como el Miserere, un salmo penitencial atribuido al rey David. El salmo expresa arrepentimiento y un deseo de restaurar la relación con Dios.
En el tercio inferior, el lienzo desciende a la tierra: rostros humanos, indumentarias propias del tiempo en que se pintó el cuadro, actividades mundanas, ocupaciones administrativas… Llama la atención la marcha ceremonial en la que participan personajes principales, a juzgar por sus atavíos, soldados portando sus armas y músicos con sus instrumentos. La elegante comitiva parece tener aire festivo y rompe por completo con la trascendencia de la parte superior del lienzo.
A la izquierda, en escena separada, aparecen cuatro personas sentadas a una mesa con tapete verde. Uno de ellos es un clérigo y los otros podrían ser un secretario, un tesorero y un mayordomo.
En el extremo inferior izquierdo vemos una nueva inscripción, esta vez en castellano: SE PINTÓ ESTE CUADRO A DEBOZIÓN DE AGUSTÍN COLLADO. AÑO 1717.
Es una pintura didáctica y devocional. La obra explica a la perfección el significado de nuestro Carnaval. La mesa que hay en la parte inferior izquierda es la mesa presidencial que se establece durante la almoneda que antiguamente se hacía el martes de Carnaval. En ella estaba presente el sacerdote de la parroquia, un contable o tesorero, el secretario de la Hermandad de Ánimas y algún otro representante. Desde esta mesa se controla todo el proceso de la almoneda cuyo fin inmediato es obtener fondos para la Hermandad.
La comitiva que desfila recuerda mucho a las petitorias de los animeros marchando por el pueblo. Se ve una bandera, como en la actualidad, varias armas, entre ellas pica, alabardas y puntas de chuzo, así como el bastón y el tambor. Todo esto nos evoca la ronda de pedir por las ánimas que tenía lugar antiguamente cada domingo desde Navidad y especialmente los días del Carnaval. Estos personajes portan también algunos mosquetes y sables.
La Hermandad de las Ánimas tenía como fin facilitar el tránsito de los hermanos desde la vida terrenal al más allá y preocuparse activamente por aquellos que ya habían abandonado este mundo y que estaban retenidos en el purgatorio. De ahí que aparezcan todos esos individuos purgando sus faltas a la espera de la redención definitiva. El dinero y bienes que recauda la Hermandad se dedican a misas de difuntos y en sufragio de las almas del purgatorio.
En el plano superior se hallan, junto a Jesús, la Virgen y los santos, a través de cuya intervención pueden los fieles lograr la salvación de las almas.
El mensaje global del cuadro viene a recordarnos que desde la tierra los fieles pueden trabajar por la liberación de las almas del purgatorio, a través de la oración solicitando la intercesión de los santos y, especialmente, mediante la misa.
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