viernes, 21 de noviembre de 2025

                     TRES PUEBLOS ABANDONADOS.


                      PUEBLOS FANTASMA: MEMORIA EN RUINAS.

Arco de la iglesia de Uterviejo.


A un paso de Cuevas de Velasco, los despoblados de Caracena del Valle, Valdecabrillas y Uterviejo, que un día tuvieron su auge, vida y afanes, muestran hoy lo que sucede cuando un lugar se vacía: primero, el silencio; luego, la ruina. Visitar estos tres pueblos invita a reflexionar sobre lo efímero de las cosas.

Iglesia de Caracena del Valle.

CARACENA DEL VALLE

Caracena del Valle, está a 4 km de Castillejo del Romeral y a unos 3 km de Caracenilla, a solo 100 metros de la CM-2019 que comunica Huete con Cuenca. Surgió tras el paso de la reconquista y se repobló con gentes que procedían de otro Caracena, el de Soria.

Las crónicas hablan de la existencia de una sola calle en la cual se alzaba el palacio del marqués de Caracena. Hoy es prácticamente imposible encontrar el trazado de dicha calle. La hierba crece vigorosa, engullendo las ruinas de este lugar olvidado.
Sacristía de la iglesia de Caracena.

Como suele ser habitual en todos los pueblos abandonados, solo quedan restos de la iglesia, último edificio que el paso del tiempo borra del paisaje.

La iglesia, que perteneció a la Abadía de Caracena del Valle, conserva milagrosamente todo el muro perimetral. Aunque el espacio, antes sagrado, ha sido utilizado como almacén, garaje, corral de ganado y diversos usos más, lo cierto es que nos han llegado restos de las interesantes hechuras del templo. Se aprecian los muros y el hueco donde se abría el pórtico de entrada. En las iglesias románicas la portada solía ser la parte más noble, de ahí que falte justamente ese elemento. También se observan varias ventanas y una serie de canecillos en el ábside.
Doble arco apuntado en la iglesia de Caracena del Valle.


En el interior quedan detalles que atestiguan la belleza que debió tener este pequeño templo: columnas adosadas, arcos, bóvedas… El retablo mayor, renacentista, se salvó y se conserva hoy en la sacristía de la iglesia del Monasterio de la Merced, de Huete. La pila bautismal está en Valdecolmenas de Abajo y las imágenes de la Virgen de la Carrasca, San Juan y la Virgen en el Calvario las custodia el Museo Diocesano de Cuenca.
Retablo de Caracena, hoy en el Monasterio de la Merced, de Huete.


Consta que se llevó a cabo algún pequeño trabajo de restauración en el año 2014, pero en la actualidad, sin valedor alguno que revierta o al menos detenga su destrucción, tememos que esta pequeña iglesia, ejemplo del románico rural, corra grave peligro.

Es digno de mención el mal llamado “puente romano”, que salva el río Mayor, justo a la altura de donde estuvo este pueblo abandonado.
El llamado "puente romano" de Caracena, sobre el río Mayor.

Cuando uno ve una casa en ruinas es imposible resistirse a la tristeza. Se piensa en las gentes que la construyeron y en todos cuantos la habitaron, en sus afanes, en sus vidas… Pues bien, ante esta iglesia se experimenta aún más intensamente esa melancolía, esa desolación por la belleza que hubo un día y que hoy se ha transformado en decadencia.

Ruinas de Valdecabrillas.

VALDECABRILLAS

Valdecabrillas es un despoblado situado a mitad de camino entre Villar del Maestre y Navalón de la Cuesta. Es pedanía de Fuentenava de Jábaga. En la actualidad solo se mantienen en pie dos o tres casas, una de ellas nueva, pero no hay residentes fijos.

Valdecabrillas se creó como aldea de repoblación hacia finales del siglo XII o principios del XIII. Hay noticias de este lugar desde el siglo XIV en las que se hace referencia a la mudanza de dos familias a Valdecabrillas.
Vestigios de casas en Valdecabrillas.

Su población osciló a lo largo de sus ocho siglos de historia en torno a los 50 habitantes. Por el año 1849 había 12 casas habitadas, con un total de 64 personas. Ya en el siglo XX, en el año 1940, aún contaba con más de setenta pobladores. Luego, como ha sucedido a muchos pueblos, comenzó el éxodo hasta quedar deshabitado.
Vista desde el interior de la iglesia de Valdecabrillas.

Gentes nacidas allí mantienen un par de casas y unas naves agrícolas, mientras que el resto de la aldea está completamente en ruinas, salvo la iglesia, dedicada a San Lorenzo, cuya cubierta fue reconstruida con materiales modernos.

Únicos vestigios de lo que un día fue Uterviejo.

UTERVIEJO

Uterviejo (odre viejo) está situado en las proximidades de la carreterita que une Caracenilla con Bonilla, a la altura del cerro Otero.

Fundado en la Edad Media, cuando tuvo lugar la repoblación, tras la reconquista, perteneció al Sexmo de Caracena del Valle, como Cuevas de Velasco, cuando todos estos lugares dependían de la ciudad de Huete.
Esquina de sillería en la iglesia de Uterviejo.

Las informaciones que nos han llegado son muy parciales y espaciadas en el tiempo. Pero sabemos que hacia la mitad del siglo XVI (1569) alcanzó su techo demográfico llegando hasta los cien habitantes. Luego, especialmente con las fuertes crisis del siglo XVII esa población mermó considerablemente. En el año 1754 solo quedaba en pie la iglesia.
Detalle de la cornisa de la iglesia de Uterviejo.

De la iglesia, bajo la advocación de San Miguel, hay abundante información, por los libros de fábrica. Y precisamente el único vestigio que ha llegado hasta nuestros días es la ruina de medio templo. Parece ser que durante el siglo XIX se desmontó medio edificio, la parte más noble, donde se abría la portada románica y posiblemente se alzaba la torre. Sin embargo, aún pueden verse parte del ábside y la que quizás fue capilla del bautismo, cuya pila guarda un vecino de Caracenilla.

Desde el antiguo solar de Uterviejo se ven unas cuevas (Cuevecillas de los Moros) excavadas en la ladera yesosa de un monte. Hoy están tapiadas en parte, pero puede accederse a ellas a través de un ventanuco en forma de piquera (abstenerse de hacerlo si no se va pertrechado debidamente). Son perfectamente compatibles con eremitorios primitivos.
Cerro donde se encuentran las llamadas "Cuevecillas de los Moros", frente a Uterviejo.


Sólo quedan memorias funerales

donde erraron ya sombras de alto ejemplo;

este llano fue plaza, aquel fue templo;

de todo apenas quedan las señales.

                        (A las ruinas de Itálica, de Rodrigo Caro)

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