martes, 27 de octubre de 2015



LAS TUMBAS DE LAS CUEVAS DE VELASCO 




 Las sepulturas antiguas que existen en el término de Las Cuevas son de  dos tipos: las de forma trapezoidal y las del tipo “bañera”, predominando claramente las primeras. Solamente encontramos algún nicho aislado en el que se ha practicado una concavidad  redondeada en el lugar donde se sitúa la cabeza del cadáver, pero no hay forma tallada para los hombros del difunto, por lo tanto no puede encuadrarse claramente en el tipo de las antropomorfas. Este detalle es importante porque las tumbas antropomorfas suelen ser más tardías.
  
   Hay que destacar que las tumbas rupestres de Las Cuevas de Velasco están esparcidas por al menos nueve zonas, algunas muy próximas entre sí. El 90 % de ellas se encuentra en parajes vecinos, en una circunferencia de 300 m de radio. Igualmente es reseñable su número, pues suman más de 80 enterramientos cuando lo más habitual en este tipo de sepulcros es encontrar grupos muy reducidos, de cuatro, cinco o, como mucho, de diez nichos. 

   Los arqueólogos y estudiosos de las necrópolis en roca tratan aún de establecer qué motivó este tipo de enterramientos y el marco social y religioso en el cual solían desarrollarse. Unos insisten en que el binomio necrópolis rupestre y primitiva iglesia  es uno de los modelos más repetidos. Este es el caso de los enterramientos del pueblo de Cañaveruelas, donde se observan tumbas rectangulares y trapezoidales al lado de una primitiva basílica o iglesia también rupestre. Otros estudiosos piensan que las tumbas excavadas en roca suelen estar ligadas a eremitorios primitivos fundados en cuevas, ya sea naturales ya excavadas también en la piedra.

   En muchos casos los lugares de enterramiento se hallan aislados, alejados de cualquier núcleo de población actual. Y así sucede también en el caso de los cementerios de la vega de Las Cuevas.

   Las covachas abiertas en la roca en los parajes de La Peña del Aguililla, Valamelgo y El Perdigón en un principio nos sugirieron una relación con las necrópolis, sin embargo vemos elementos que no permiten establecer ese vínculo. Por un lado la distancia de casi dos km entre la cueva más próxima y el grupo  más numeroso de tumbas y por otro lado la aparición de recientes estudios que pueden acabar por adjudicar la construcción de estas espectaculares cuevas a la cultura del  Hierro II nos aconsejan mirar en otra dirección.

   En cuanto a la proximidad de lugares de culto, la iglesia románica más antigua de la comarca, ya en estado de ruina, es la de Caracena del Valle, a unos seis o siete km de La Losa y Valdemarón, de época muy posterior a las tumbas, como veremos. Sin embargo, existe la posibilidad de que las aldeas o poblados que enterraron a sus muertos en estas plataformas pétreas que emergen en la vega y sus lugares de culto coincidieran en el mismo espacio o en zonas aledañas.

   En el caso de La Losa, el morón sobre el cual aparecen las tumbas tiene una superficie de alrededor de 8000 m2, de los cuales  menos de la mitad están ocupados por la zona de enterramientos, mientras que la otra parte, la que queda próxima al antiguo camino de Huete, presenta estructuras y restos compatibles con algún tipo de asentamiento humano. Y algo parecido sucede en los otros lugares con tumbas. E incluso, como decimos, pudo haber una superposición  de las dos zonas, la de inhumación y la de residencia.

   En este supuesto, cabría la posibilidad de que los lugares de culto se encuentren también en el mismo peñasco sobre el que están las sepulturas. Y los vestigios existentes, lejos de desmentir esta hipótesis, nos encaminan hacia esa idea. Especialmente en la necrópolis de Valdemarón existen numerosos petroglifos y algunos tajos en las piedras. Abundan las cazoletas, algunas de ellas llamativas, con regueritas para recoger el agua de lluvia. Pero es una acotadura amplia, perfectamente geométrica y, por supuesto, ejecutada por el hombre lo que más llama la atención. Se trata de un rebaje en forma de T con la intención evidente de allanar el terreno. El calado de esta construcción llega hasta los 60 o 70 cm de profundidad en la roca y la superficie lisa así obtenida es de unos  40 m2.Es muy posible que se trate de la planta de una basílica primitiva o bien de cualquier espacio de culto o de preparación para el enterramiento.

   Las tumbas de Las Cuevas de Velasco fueron excavadas sobre roca arenisca, muy abundante por esta región. La mayoría de ellas están agrupadas y todas, salvo cuatro que se encuentran en Los Palomarejos, quedan orientadas al Este, es decir, la cabeza del difunto en el lado oeste y los pies hacia el este.  Destaca el conjunto de enterramientos de Valdemarón con una docena de sepulturas, de las cuales seis paralelas y próximas son de magnífica factura. Es posible que se trate del enterramiento de un grupo familiar. Dos de estos enterramientos están construidos muy juntos, como si perteneciesen a un matrimonio o a dos personas unidas por algún vínculo especial. Uno de estos dos individuos, a juzgar por lo monumental de su sepultura debió ser, sin duda,  una dignidad, ya fuera civil ya religiosa, de la comunidad. Este foso tiene labrado un rebaje para colocar la tapa mucho más marcado que las demás sepulturas, a modo de una prefosa, y cuenta también con un nicho en la parte de la cabeza del difunto y un llamativo cajetín rectangular de unos 25x18 cm sobre la encajadura de la tapa en el cual seguramente se colocó algún símbolo, posiblemente una estela funeraria o algún indicativo acerca de la identidad del personaje que allí yacía.

   La orientación Este, es decir, el cadáver dispuesto de modo que la cabeza estaba colocada al Oeste y los pies al Este, es la predominante por toda la geografía española en los lugares en los que existen estas necrópolis. El Este simboliza la luz, por contraposición al Oeste que sería el lugar de las tinieblas, y los cristianos son hijos de la Luz. Por otro lado, la ciudad santa de Jerusalén está situada hacia el Este. En los casos de una orientación diferente, como sucede con las cuatro sepulturas de Los Palomarejos, que miran hacia el Sur o el Sureste, puede tratarse de un error de cálculo, de facilitar el trabajo en la roca o  de garantizar la solidez y consistencia de la fosa.

   Por otro lado, esa es también la orientación de las iglesias en muchos casos. El ábside o altar mayor está situado al Este, como sucede con la iglesia de Las Cuevas o las de los pueblos de alrededor y, por cierto, como también estaría orientada la supuesta basílica rupestre de Valdemarón.
   Las fosas mortuorias presentan un encalado o blanqueado interior que ha formado con el tiempo una fina película. Se supone que el cadáver se disponía en posición de decúbito supino (hacia arriba) con las manos recogidas a la altura del coxis, del vientre o del pecho. Se supone que se cubrían unas veces con una gran losa de piedra y en otras ocasiones con pequeñas losillas rectangulares, lo que enlaza perfectamente con el topónimo de La Losa.

   Desde que se tiene memoria no se ha descubierto ninguna tumba intacta de este tipo. Debieron ser violadas y saqueadas todas ellas hace mucho tiempo, posiblemente poco después de su construcción, en cualquiera de las razias o algaradas moras de la Edad Media.

   En cuanto a las dimensiones, se registran fosas de adultos de hasta dos metros de largo, fosas algo menores y varios enterramientos de niños. En la necrópolis de La Losa, de un total de 35 sepulturas, hay seis o siete sepulcros infantiles, agrupados todos en la misma zona, en un radio de siete u ocho metros, como si se hubiese dedicado una zona en exclusiva para la inhumación de los niños fallecidos. Los enterramientos infantiles suponen un 20% del total en ese lugar, lo cual indica una mortalidad infantil alta, si bien sabemos que pueden existir otros enterramientos sin localizar aún. 
   Otra cuestión peliaguda es la interpretación de las fosas circulares que se encuentran asociadas a estos enterramientos, especialmente en el caso de Valdemarón. Se trata de hoyos de forma globular, a modo de tinajas excavadas en la roca viva. Su capacidad puede oscilar entre los 200 y los 2000 litros. En la necrópolis de Valdemarón existen al menos dos de estas construcciones, muy próximas a las sepulturas. Una de ellas está partida porque la peña se desgajó y rodó a unos metros, apreciándose perfectamente  en el trozo desprendido la mitad que falta de la roca madre. La otra cavidad es algo menor y se conserva completa. Hoy está colmatada de tierra y en ella crece un arbusto.
   El abanico de usos que se les suponen a estos depósitos va desde el empleo como osarios, pues parece lo más lógico al hallarse dentro del recinto de la necrópolis, utilidad que, junto al reempleo de tumbas, haría más rentable, por así decirlo, el tallado de una fosa en la roca, hasta la función como meros depósitos de las herramientas y elementos empleados en el tallado de las tumbas, pasando por simples aljibes con agua para lavar los cadáveres (se sabe que era una práctica habitual en las sociedades altomedievales).
   Sin embargo, chocamos con un problema importante, pues estos extraños silos no son comunes a otras necrópolis como la de Las Cuevas y además están presentes también en el término del pueblo en otro emplazamiento en el cual no existe una necrópolis de tumbas excavadas en piedra. En efecto, en Los Villares, posiblemente el último poblado habitado en el término de Las Cuevas antes de la fundación del pueblo en el emplazamiento actual, o acaso coincidente con la propia aldea de Cuevas ya en sus últimos años de existencia,  hay una cresta rocosa llamada Peña del Fraile en la cual existe una cavidad denominada popularmente “el horno de Los Villares”, que no es más que el hemiciclo de otro depósito con forma de ánfora u orza gigante excavado en la roca (con una capacidad cercana a los 2 m3) y partido hace mucho tiempo. Pero, además, en el otro extremo del espolón rocoso hay varios de estos recipientes de gran capacidad, unos medio derruidos y otros que tuvieron que abandonarse en plena ejecución.

   Así pues, nos inclinamos a pensar que se trata de silos comunales para el grano, la fruta, los frutos secos, las legumbres…, incluso para salazones o conservas,  porque el lugar que ocupan tampoco permite sospechar que fueran aljibes ya que no existe apenas superficie que vertiera aguas alrededor. En el caso de Valdemarón este uso conciliaría la idea de la necrópolis como espacio coincidente con la aldea.

   Queda un cabo suelto más, que es el hecho de que no se haya encontrado resto alguno ni en las necrópolis ni alrededor de ellas ni en los alrededores de los lugares donde suponemos que hubo poblados. Ausencia total de huesos, como ya hemos dicho, desaparición completa de las lápidas o tapas de las sepulturas y nada de cerámica o de otros útiles, ajuares y demás adminículos que suelen estar presentes en cualquier solar de poblado antiguo.

   La desaparición de los esqueletos y algún posible ajuar se produjeron, como hemos dicho, hace mucho tiempo, probablemente poco después de practicarse los enterramientos. En cuanto a la ausencia de cerámica, útiles, restos arqueológicos en general, pensamos que las plataformas sobre las que se asentaron las construcciones de los poblados, al ser de base lítica no permiten la acumulación de estratos o sedimentos. Son superficies que limpian la lluvia y el viento fácilmente. Y alrededor de estos lugares, con toda seguridad, deben aparecer estos restos que echamos en falta, pero a bastante mayor profundidad de la que cabría esperar, ya que la vega sufre inundaciones de forma regular. Durante los últimos 16 siglos, los frecuentes desbordamientos del río Mayor han depositado sus sedimentos  alrededor de las rocas de La Losa y Valdemarón recreciendo el suelo de forma notable. Si a esto sumamos el intenso y continuo laboreo de la tierra se comprenderá el porqué de la falta de restos arqueológicos distintos de las tumbas, los depósitos, las cazoletas y las zonas de culto.

   Los enterramientos excavados  en roca de Las Cuevas de Velasco hay que datarlos en un periodo que va desde el siglo VII, pues las inhumaciones anteriores a esa época aún estaban impregnadas de las costumbres y ritos romanos, hasta la segunda mitad del siglo IX, tiempo hasta el cual los mozárabes resistieron en la región la presión de los musulmanes.

      Tras la aceifa omeya del año 866, que hizo huir a Sebastián, último obispo de Ercávica, quedaron muy pocos mozárabes en la comarca de la Alcarria conquense. Y como quiera que la reconquista cristiana aún se demoraría por espacio de más de 200 años, no es de extrañar que cuando tuvo lugar la repoblación, ya en el siglo XII,  se hubiera borrado la memoria de aquellos hechos, por lo cual era muy socorrido el atribuir cualquier realización, ya fuera cuevas excavadas, ya tumbas, a los moros, cuando los auténticos artífices habían sido los cristianos.

   A lo largo de esos dos siglos largos los valles alcarreños de la margen izquierda del Tajo contaron con exiguos contingentes de población, problema que fue agravándose cuando la zona se convirtió en frontera en disputa, y por tanto en escenario de continuos combates,  hacia finales del siglo XI y principios del XII.

   Por todo ello, suponemos que los enterradores rupícolas de la vega de Las Cuevas ya habían concluido su ciclo de actividad en aquel tiempo. Poco después se fundarían las aldeas de la repoblación con sus nuevos cementerios siempre al lado de las iglesias.







2 comentarios:

  1. me gustaría poder visitar estos lugares con tumbas excavadas en la roca que indicas que tenéis en los alrededores dl pueblo te agradeceria si pudieras enviarme un plano con la situcion exacta de dichos lugares mi emeil es enricvillanueva@hotmail.com

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