LOS HOMBRECILLOS DEL GORRO COLORADO
Se dice que hace mucho tiempo vivió en la
villa de Las Cuevas de Velasco un hombre de costumbres extrañas, amigo de
misterios y de tratos con el diablo.
Tenía este personaje algunas tierras de las
que vivía, destacando un piazo en la Hoya Bartibáñez en el cual solía pasar
muchas jornadas de trabajo al cabo del año.
Como se sabe, las arcillosas tierras de
estas vegas tienden a anegarse si no se las sanea debidamente. Hay que limpiar
el río, los barrancos y las acequias, así como construir encañados para drenar
las aguas freáticas que, de otro modo, los años húmedos cocerían los trigos y
malograrían las cosechas.
Tenía que realizar el tipo que nos ocupa
unas complicadas y duras tareas de drenaje y limpieza del barranco que existe
en el paraje de la Hoya, por lo cual requirió el concurso de una nutrida
cuadrilla de jornaleros. Había trabajo para varios hombres a jornada completa
durante una o dos semanas.
La víspera del inicio de los
trabajos, el capataz de los peones
contratados visitó la parcela de la Hoya Bartibáñez junto con el propietario de
la tierra. Recorrieron el barranco, las hijuelas y los humedales. Discutieron
largamente sobre el precio y al final, tras duras reticencias por parte del
dueño del terreno, se ajustó el trabajo.
Al amanecer del día siguiente los operarios
se presentaron temprano en el tajo y cuál no sería su asombro al contemplar
estupefactos cómo toda la faena a realizar se había ejecutado durante la noche
como por arte de birlibirloque. No daban crédito a sus ojos. El trabajo parecía
impecable, pero no alcanzaban a comprender cómo podía haber sido ejecutado en
tan breve tiempo, en tan solo una noche, pues aquello parecía una labor para
varias personas durante semanas.
Alarmados por el suceso, volvieron al pueblo
y se dirigieron a la casa de aquel fulano, dueño de la parcela de la Hoya
Bartibáñez, para preguntarle cómo podía
ser aquello que sus ojos acababan de ver.
El hombre, que, como era habitual, estaba ya
a media mañana en la cueva y bien templado respondió a los peones:
- No debe extrañaros que en una sola noche se
haya realizado toda la tarea porque ayer tarde, cuando yo me volvía para el
pueblo, vi venir a una muchedumbre de hombrecillos con el gorro colorao que se
pusieron a trabajar como alanos en el barranco de la parcela.
Luego rompió a reír a carcajadas con gran
sarcasmo.
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