jueves, 15 de diciembre de 2016



ROMANCE DE LA MATAZÓN


En el pueblo de Las Cuevas,
al dar las nueve el reloj,
el día diez de diciembre
comienza la matazón.

Aguerridos aldeanos
van en busca de la fiera,
le echan el gancho al pescuezo
-veinte manos la sujetan-.

Fulano coge una pata,
el otro agarra la seta,
la cerda da tarascadas,
pero es inútil, la cercan.

Toman la puerca en volandas
la ponen sobre la mesa
y luego de algunos cálculos
la puñalada le asestan.

El bicho da sacudidas
cabecea y patalea,
pero ni un solo chillido
acompaña a esta, su queja.

Una hacendosa mujer,
en este menester diestra,
recoge la sangre al punto
para evitar la madeja.

Hay quien hace fuego mientras
y quien prepara la mesa,
quien los bártulos dispone
para destazar la pieza.

La socarran con soplete
sin bajarla de la mesa.
Le raspan bien el pellejo
frotando con unas tejas.



Lavan la piel a conciencia,
las pezuñas le despegan,
la china queda limpísima
de los pies a la cabeza.

Llaman para el desayuno,
una vez limpia la bestia.
Hay chocolate caliente,
mantecaos y magdalena.

La gente se arremolina
alrededor de la mesa.
Se ve al personal contento,
como en un día de fiesta.

Luego se van para el cerdo,
sacan el alma y lo cuelgan,

le abren la panza y le extraen
las vísceras y las telas.

En recipiente curioso,
dispuesto sobre una hoguera,
comienzan a hervir muy lentas
judías para la cena.

Muchas mujeres se afanan
en las diversas tareas:
entran y salen veloces
de las antiguas escuelas.



Allá lavan el menudo,
acá los livianos dejan,
cogen la vejiga y hacen
una pelota con ella.

Echan a descuartizar
la gorrina pieza a pieza
y después pican las carnes
las especian y aderezan.

Para comer ponen gachas
a la manera de Cuenca,
el típico morteruelo
y unas chichejas muy buenas.

La tarde es febril y larga
en el local de la escuela:
se embuten morcón y tripas
mediante la embutidera.

Luego se va recogiendo
para disponer la cena:
judías, como hemos dicho,
apetitosas, de veras.

Se habla, ser ríe, se intima,
se cuentan mil historietas
de añoranzas de otros tiempos,
de matanzas de otras épocas.

Con deliciosos chorizos
y morcillas suculentas
enrollados en el palo
se da remate a la empresa.

Pero es justo agradecer
al personal que pelea
porque todos los demás
disfrutemos de esta fiesta.

Mención especial merecen
las mujeres que aconsejan,
pues guardan como un tesoro
los saberes de esta tierra.

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