jueves, 17 de noviembre de 2022

                              EL PESEBRILLO 

La tumba de El Pesebrillo se asemeja a un pesebre.

Las sepulturas talladas en roca que abundan por varios parajes de Cuevas de Velasco van dejando de ser un enigma. Se las llamaba “tumbas de los moros”, cuando de moros no tienen nada. Ahora sabemos que hay que datarlas en un periodo que abarca los siglos V al VIII D. de C y que pertenecen al tiempo en el que el cristianismo comenzó a extenderse por la península. 

Estos enterramientos en roca se encuentran dispersos por al menos ocho parajes distintos. Se calcula que hay cerca del centenar. 

Se encuentran todas en peñascos que emergen en la vega o en los aledaños de ella, próximas a terrenos propicios para la agricultura, por lo que hay que pensar que las gentes que las abrieron estaban ligadas a los cultivos en humedales. 

Estas magníficas fosas se presentan en grupos pequeños. La excepción es la concentración de La Losa, donde pueden contarse una treintena. Otra excepción es la tumba llamada El Pesebrillo, que es quizá una de las más espectaculares. 

La propuesta de limpiar las tumbas cada cierto tiempo parece una buena idea.



La tumba llamada El Pesebrillo está aislada de las demás. Destaca por su buena factura y sobre todo por sus dimensiones. Su longitud se aproxima a los 2 m. 

El Pesebrillo se sitúa en el lugar llamado Asperón, a la altura del cerro Ribagorda y muy próxima al ferrocarril. Su nombre es descriptivo, pues se asemeja a un pesebre. 

El pueblo se ve a la derecha. La flecha roja señala el punto donde se encuentra la tumba de El Pesebrillo.


Si cruzamos la vega en linea recta, a tan solo 500 m hay localizado un poblamiento antiguo, en el lugar llamado Fuente Higuera, que pertenece ya al término de Castillejo del Romeral. Se corre el riesgo de adjudicar esta tumba, al igual que otras del propio cerro Ribagorda y La Losa a los moradores que habitaron este lugar, pero nos parece que los restos que presenta a flor de tierra Fuente Higuera son anteriores y no se corresponden con la edad que se les supone a estas fosas mortuorias. 

Como decimos, las gentes que labraron estos sepulcros de piedra vivieron seguramente en poblados de endebles construcciones en el mismo lugar donde practicaban una agricultura de humedales, alrededor de zonas lacustres y próximas al río. 

En cuanto a la ausencia de restos dentro de las propias sepulturas sabemos, por el estudio de otras necrópolis semejantes en las que sí ha sido posible hallar tumbas sin violar, que estos grupos paleocristianos, tanto tardorromanos como visigodos, apenas ponían ajuar acompañando al cadáver. En realidad se piensa que la marca de alcurnia o posición social en aquellos pueblos venía dada por la propia sepultura y sus hechuras más o menos elaboradas. 

A pesar de que casi está colmatada por tierra y maleza, se aprecia la buena factura del enterramiento.


Por las acotaduras del borde, la tumba de El Pesebrillo debió estar cubierta con losas transversalmente. Sobre estas losas habría un pequeño túmulo de tierra. 

Se trata de una tumba tan singular que, para varios informantes del pueblo, ella sola da nombre al paraje en el que se encuentra y a los terrenos circundantes. 

Cuando uno observa esta tumba de El Pesebrillo de inmediato la asocia con las demás que se encuentran en parajes relativamente próximos, El Reajo, La Losa, Valdemarón, La Sepultura, Castejoncillo…. Pero lo cierto es que esta fosa presenta una característica que la hace distinta a las demás. 

Ya hemos dicho que está aislada; es el único enterramiento en esa zona. Pues bien, además viola la norma de orientación, pues mientras prácticamente todas las fosas están orientadas de oeste a este, es decir, con la cabeza del cadáver a occidente y los pies al orto, la de El Pesebrillo está orientada de norte a sur. 

En otros pueblos han puesto en valor estas necrópolis medievales.


Es cierto que en los lugares denominados Los Pinares y Fuente de las Casas encontramos dos o tres sepulturas desalineadas ligeramente con el orden predominante en la vega de Cuevas, pero ya apuntamos en su día que podría deberse a una exigencia física para el aprovechamiento del espacio de la roca. 



Hay, pues, dos elementos diferenciadores, el aislamiento y la orientación, que unidos a la buena hechura del foso mortuorio nos conducen a pensar que o bien el individuo allí enterrado pertenecía a otra cultura distinta o simplemente se trataba de un jefezuelo o cacique que no seguía las costumbres de los primeros cristianos. Hay que pensar que las personas sepultadas en las fosas vaciadas en la roca dispondrían en vida sobre sus enterramientos, salvo en los casos de muerte repentina e inesperada. ¿Se trataba de un ateo? ¿Era un hereje o quizá un apóstata? Parecen especulaciones muy peregrinas, pero el caso resulta llamativo. Alguna explicación debe haber para las anomalías y particularidades que presenta la tumba de El Pesebrillo.

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