viernes, 6 de noviembre de 2015




       


                            EL CERRO CASTEJÓN: HISTORIA Y LEYENDA

   De las muchas leyendas que atesora la villa de Las Cuevas de Velasco la más desconcertante, sin duda, es la del cerro de Castejón. 

El cerro Castejón visto desde la  vega.

             
                                                                                  
Valverde. A la derecha, el cerro Castejón.


      Contaban los tejeros y los ancianos del lugar que antaño existió una industria de tejas en lo alto del cerro Castejón y que quienes la regentaban solucionaron el problema del transporte del agua de una manera ingeniosa: adiestraron a unos galgos de modo que con una especie de pequeñas aguaderas y unas cantarillas estos animales transportaban desde el río el agua necesaria para transformar la arcilla en tejas y en cacharros.
   Hay que imaginar a los galgos bregando por la ladera, incansables, un viaje tras otro,  animados seguramente por el aliciente de una golosina que se les daría tanto a la entrega del agua como a la recogida.

   Los galgos del cerro Castejón debieron despertar gran asombro entre quienes tuvieron la ocasión de contemplarlos. Y no resulta nada sorprendente  que un hecho tan curioso se haya perpetuado en la memoria colectiva de la gente y haya llegado hasta nuestros días.

   La capacidad del hombre para entrenar a los animales y servirse de ellos es sorprendente. Se conoce bien el trabajo realizado por los perros pastores, por los perros guardianes, por los lazarillos, por los detectores de sustancias y explosivos… No cabe duda de que con paciencia y un buen adiestramiento pudo conseguirse la proeza que relata la leyenda.

   Lo que no sabemos es si, como sucedía con algunos asnos obstinados, que se iban a los trigos o acababan destrozando los cántaros contra las esquinas, estos asombrosos canes perdían alguna vez la concentración del acarreo, acaso atraídos por los efluvios de alguna liebre, y hacían añicos las cantarillas en las que transportaban el agua.

   Por nuestra parte, nos dio qué pensar este enigma de los galgos y un día decidimos subir a lo alto del cerro Castejón por ver si quedaba algún vestigio que hiciese verosímil esta historia. Y lo hallamos, por supuesto.

Cuevas de Velasco, desde lo alto del Castejón

    En el término de Cuevas de Velasco existen numerosos lugares que presentan restos arqueológicos compatibles con vestigios de poblados habitados desde antiguo, algunos de ellos desde el Neolítico. El situado en la cumbre del cerro de Castejón ocupa una posición eminentemente estratégica. Desde su ubicación se domina todo el paisaje desde más allá de Huete hasta el Cerro del Túnel e incluso hasta los  montes de Priego. Se trata, sin duda, del punto desde el que podía producirse una alerta más temprana ante la llegada de cualquier peligro. Sobre la altura más próxima a la vega se abren dos llanos con un desnivel entre ellos de un metro. El espacio ocupa una superficie aproximada de 0´6 has y quedaba defendido a poniente, al sur y al norte por unos peñascos inaccesibles, alternando en el flanco este las peñas y un fuerte declive seguramente reforzado por un muro o por una empalizada. Es posible que el único acceso a este poblado estuviese situado en el puntal norte a través de un paso estrecho entre dos grandes rocas.

   Los vestigios más abundantes en este lugar son fragmentos de cerámica que por sus hechuras parecen coetáneos o algo posteriores a los de la loma de la estación. La ausencia de elementos arquitectónicos, de caminos de acceso, así como la lejanía del agua nos indican que el poblado o fortín del cerro de Castejón tuvo una vida efímera.

Fragmentos de vasijas y sílex hallados en superficie.


   En la inspección superficial, así como en una pequeña cata comprobamos la abundancia de cascotes de vasijas: cuencos, ollas de barro, platos, copas, orzas…, recipientes elaborados a torno con arcilla roja o gris y en algunos casos decorados con círculos concéntricos.
   El nombre Castejón sugiere la idea de un fuerte y es probable que estuviese habitado en torno al siglo I a. C.. Desde luego el topónimo está relacionado, sin duda, con las construcciones que hubo un día en dicho lugar, aunque el espacio ocupado, más de 6000 m2,  nos parece excesivo para un simple fortín.

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