domingo, 17 de julio de 2016




                               EL VENDEDOR DE TELAS 

(Dibujo de Sofía López)


Antaño era frecuente ver por las calles del pueblo a numerosos buhoneros que encontraban en el negocio de la compraventa y de las reparaciones su modo de vida. Soplaba la chifla el capador y también el afilador; pregonaba su mercancía el perero; cantaban su salmodia el lañador y el estañador; acudían los anticuarios y se llevaban a veces verdaderos tesoros a cambio de “modernidades”, como los primeros cubos de plástico; anunciaban su espectáculo los titiriteros; voceaban su género los charlatanes, los meleros, los vinateros, los arroperos, los muleteros y…tantos otros.

Se cuenta que en cierta ocasión llegó al pueblo un comerciante de telas. El hombre venía con su yegua cargada de tejidos. Realizó el recorrido habitual por Las Cuevas de Velasco. Desplegó sus habilidades de vendedor ponderando en exceso los materiales que vendía, como suele ser costumbre de las gentes que se dedican al mercadeo. Halagó hábilmente a las clientas, como mandan los protocolos del buen vendedor. Y también tuvo que soportar el regateo, tímido unas veces, otras abusivo, de la clientela. 

Paraje del Chorrillo, visto desde Cuevas de Velasco


No se sabe a ciencia cierta si vendió más varas de tela o dejó de vender, aunque eso es lo de menos. Lo cierto es que, finalizada su visita, ya cayendo la tarde, enfiló con su yegua el camino de La Ventosa, de donde era natural o a donde se dirigía su próxima misión comercial.

Había sido una primavera muy lluviosa y los sembrados crecidos formaban un mar de espigas a punto de granar. El animal se abrió paso con dificultad por el embarrado sendero que cruzaba la vega y vadeó el río Mayor hasta alcanzar, por la Veguilla, el antiguo camino que conducía a La Ventosa. 

Antiguo camino de La Ventosa por El Chorrillo


Sería a esa hora en la que los musulmanes consideran que ha llegado la noche, pues no es posible distinguir un hilo blanco de uno negro, cuando el vendedor de telas se internó en el desfiladero del Chorrillo. 

Lo sucedido a continuación se cuenta entre los prodigios acaecidos en este viejo pueblo. La yegua se detuvo en seco. El hombre azuzó al animal con el ramal, pero la bestia se mostraba reacia a proseguir el camino, quizá con esa tozudez que muestran las caballerías cuando presienten la proximidad de alguna alimaña o de cualquier peligro. Tras la insistencia de su dueño, la jaca, reticente, echó a andar y al poco se produjo el suceso: un tremendo alud de lodo y piedras se desgajó de la montaña y se deslizó de súbito sepultando en un instante al jumento y a su dueño. El caos más absoluto reinó en el paso del Chorrillo durante unos minutos. Enormes rocas desprendidas entrechocaban con sonido hueco y aterrador que se difundía por la vega en ecos estremecedores y llegaba hasta el pueblo. La gente acudió a la Peña y al mirador del Castillo, pero la noche venía ya oscureciendo el paisaje y borrando los perfiles de las montañas y no era posible vislumbrar la auténtica dimensión del cataclismo que acababa de producirse.

Zona donde pudo producirse el desprendimiento.


La tierra se tragó al comerciante de telas y a su cabalgadura ese infortunado día. Y este extraordinario suceso que nos ha llegado oralmente, de generación en generación, parece incuestionable. Además se sostiene que nadie pudo rescatar de entre el lodo a los desdichados y que permanecen allí sepultados desde entonces. 

Siempre se ha especulado con que si el marchante de telas llevaba aquel día una buena bolsa, pues era conocido que se trataba de un tipo que manejaba mucho dinero. ¿Es posible que bajo el desfiladero del Chorrillo haya soterrado un cadáver de un vendedor de telas con su bolsa llena de monedas?

Si miramos al rincón del Chorrillo hoy en día, de lo que no cabe la menor duda es de que el aspecto original del lugar se vio modificado por un movimiento de tierras en el pasado. Quedan huellas muy claras de ello. Y, por otro lado, es preciso recordar que estos hundimientos o deslizamientos son muy comunes en nuestra tierra, especialmente tras periodos de lluvias pertinaces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario. Gracias.