jueves, 1 de marzo de 2018



                     “CANSECO”, EL RELOJ DE LA TORRE 


Ruedas dentadas del viejo reloj de la torre.

Cilindros alrededor de los cuales se enrollaba la cuerda.


A lo largo del siglo XIX muchos pueblos instalaron un reloj público, generalmente en los campanarios o en las casas consistoriales. 

Hay que recordar que en aquel tiempo la mayoría de gente de las zonas rurales calculaba las horas observando la altura y la posición del sol o cómo se proyectaban las sombras. Muy pocos podían disfrutar de un reloj de bolsillo, pues estas máquinas de medir el tiempo tenían precios prohibitivos y se consideraban objetos de gran lujo. 

En Cuevas de Velasco, debido a la iniciativa y al empeño filantrópico de una persona, el ocho de agosto de 1887 se instaló en el campanario de la iglesia de la Asunción un reloj que anunciaba las horas a los cuatro vientos mediante una campana que formaba parte del aparato. 

Esfera del reloj.


Fue, sin duda, una gran novedad y un avance considerable. De alguna manera el reloj de la torre cambió las costumbres y pasó a gobernar todos los momentos del día. 

Debido a la situación del pueblo y a la notable altura del campanario, las campanadas de la máquina se oían hasta en los rincones más recónditos del término. Así, allá donde tuvieran el tajo los labradores, los ecos de los martillazos del reloj les avisaban de la hora que era. 

El artefacto fue adquirido a la casa “Canseco”, de Madrid, de ahí que mucha gente en el pueblo se dirigiera al reloj como “Canseco”. Y así se decía: “Canseco acaba de dar las diez” o “Muévete que Canseco está a punto de dar las tres” o “¿Ha dado Canseco ya la hora?”. 

La campana del reloj puede verse en el ventano de la derecha, mirando al este.


La firma Canseco, regentada por D. Antonio Canseco, natural de Rabanal del Camino, León, y asentado en Madrid, en realidad no fabricaba las piezas de los relojes y hay quien dice que tampoco fundía las campanas. Pero lo cierto es que este tipo debió ser un lince para los negocios a juzgar por la cantidad de relojes que vendió en sus tiendas de Madrid y que instaló por toda la geografía española. 

Uno de aquellos hermosos relojes vino a parar a Cuevas de Velasco. Un auténtico privilegio, costeado por una señora benefactora de la villa, Doña Dionisia Ballesteros García, por el precio de 1300 pta. El modelo de esta máquina montada en la torre de la iglesia de Cuevas era de pesas. Era necesario darle cuerda manualmente mediante una manivela que recogía la cuerda de las pesas. Una persona estaba encargada siempre de este servicio.

Marca y modelo del reloj.

Canseco marcó el tiempo de los afanes de los habitantes de Cuevas durante un siglo. Sus notas horarias enviaban a los cuatro puntos cardinales las señales de trabajo y descanso, la del rezo del ángelus y la de finalización de las tareas…, la hora de poner la comida, la de partir para la estación del tren o la de poner a hervir la comida. 

El sonido del reloj de la torre es uno de esos recuerdos que se enredan en la memoria y permanecen siempre. Se diría que amueblan la memoria y afloran cuando la nostalgia nos invade. 

Panel explicativo de las tareas de limpieza y colocación del antiguo reloj.


Durante el verano de 2017, como queda perfectamente explicado en el texto que se ha colocado, el reloj de la torre, ya en desuso y averiado varias décadas, fue bajado y limpiado debidamente por dos colaboradores habituales en las cosas del pueblo, Angel Mari y Alberto, con la ayuda de otras personas. Está en la nave de la iglesia, al lado del altar del Corazón de Jesús. 

Casi al mismo tiempo, su sustituto, un moderno aparato digital que está conectado a las campanas ha comenzado a funcionar. 

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