jueves, 19 de noviembre de 2015

                               CHASCARRILLOS  DE  LOS  PUEBLOS

Antaño hubo sus piques y rivalidades entre los pueblos, odios entre vecinos que se resolvían de manera incruenta y jocosa mediante dichos, chascarrillos y algo parecido a lo que hoy  se llama “leyendas urbanas”.
Así, cada pueblo tenía sus motes y sus sambenitos, en los que, como es lógico, los pueblos vecinos vertían de modo chistoso las envidias e inquinas.
Hoy todo esto se ha aflojado, por el despoblamiento de los núcleos rurales y porque el trato entre las gentes de estas aldeas colindantes es más próximo, frecuente y cálido.
A los de Castillejo del Romeral se les despachaba bien con el pareado:
Castillejo del Romeral,
cuatro casas y un corral.
De esta misma aldea se contaba la historia de cómo querían alcanzar la luna, pues decían que era una enorme torta de manteca,  y decidieron apilar  todos los cuévanos del pueblo para hacerse con ella. Y como quiera que les faltaba solo un cuévano para tocarla, una vieja que pasaba sugirió que se tomase el cuévano que estaba en la base para ponerlo en lo más alto de la torre… También les llamaban, por este glorioso hecho, mantequeros.


Iglesia de Castillejo

A los de La Ventosa se les llamaba los del rollo, seguramente debido al hermoso rollo de Justicia que tienen. Aunque también había una coplilla que les atribuía una torpeza proverbial con las gachas:
Las gachas de La Ventosa
no se pueden ni probar.
Han salido agurulladas,
mal cocidas y sin sal.


Rollo de La Ventosa

A los de Villar del Saz se les llamaba capiruzos. Vaya usted a saber el porqué. Y los de Villanueva eran los de la ballena porque confundieron una albarda que bajaba a la deriva en una rambla con un gran cetáceo. Y como la albarda se dio la vuelta y mostró las cintas rojas con que se cosían estos aparejos, los que la contemplaban decían que sin duda era la sangre del bicho…
Los habitantes de Pineda tenían fama de ser muy tercos porque en cierta ocasión se empeñaron en pasar una viga atravesada por una puerta de una casa.
Por su parte, las gentes de Navalón le pusieron un pleito al sol, según se dice, porque cuando se dirigían por la mañana a la capital les daba en los ojos y cuando volvían por la tarde sucedía lo mismo.


Navalón, al fondo.

Y de Sotoca se entonaba la cantinela:
En Sotoca la Loca
arman un baile
con la pandera rota
y el culo al aire.
Hay que ver qué manera tan impúdica de bailar.
A los del Villar del Maestre se les llama aún arroperos, porque producían en ese pueblo un arrope que competía en la capital con los mejores. Pero parecía ese desdén casi un elogio, así que algún desaforado ideó un pareado un tanto irreverente:
Arroperos del Villar,
queman a Cristo en un bardal.


Villar del Maestre

En fin, nadie se salvaba de la censura popular. A los de las Cuevas nos llaman covachos, que es nuestro gentilicio, pero hay que reconocer que algo despectivo. También covacheros o simplemente alcarreños. Alguna vez nos llamaron peluqueros o pelucos. La rima más conocida de nuestro pueblo y nuestra gente ha sido siempre:
Los de Cuevas de Velasco
se beben el vino y dejan el casco.
Hemos recogido también una coplilla compuesta, sin duda, por gente que no nos quería bien:
La torre de Las Cuevas
se está cayendo
y un sastre con la aguja
la está cosiendo.
Y una rima con muy mala uva:
Mujeres de Las Cuevas
y burras del Villar
en mi casa no han de entrar.
Es claro que con estas dos invectivas atacaban aquello que es más destacado y que causa envidia por doquier: la hermosa torre de la iglesia y las  bellas mujeres de Las Cuevas.


Las Cuevas de Velasco

De las mozas de Fuentesclaras se dice:
Las mozas de Fuentesclaras,
pantorrilludas,
cuatro pares de medias
llevan algunas.
Y del pueblo parónimo de Fuentesbuenas:
Fuentes buenas y aguas malas,
pueblo de pocos vecinos,
el cura guarda las vacas
y el sacristán los gorrinos.
Que Caracenilla rima con morcilla es una evidencia demasiado palpable como para que el pueblo no le sacara punta. La conversación entre dos arrieros que se cruzaban podía  a veces discurrir por estos derroteros:
-¿De dónde es el hombre?
-De Caracenilla.
-Pues por el culo le meten una morcilla.
-A usted doble y a mí, sencilla.
Ahora bien, si hay un pueblo vilipendiado y una gente maltratada con estas ocurrencias es la ciudad de Huete por la tenacidad en la defensa de su alfoz y por la luchas judiciales que mantuvo con numerosas aldeas que querían desligarse de su jurisdicción.
Se pone verdes a los optenses, comenzando por la falta de hospitalidad:
Huete, míralo y vete.
Y si no llevas de comer, no entres en él.
Se hace referencia a lo difícil que resultaba ganar un pleito a la ciudad de Huete:
Ni viña en Cuenca
ni pleito en Huete.
Se ofende sin ambages, como en esta copla:
Antes puto que judío,
antes judío que fraile
antes fraile que de Huete
porque de Huete no hay antes.
O se echa una maldición con tres trabajos duros de soportar:
Dios te dé viña en Cuenca,
mujer fuerte
y pleito en Huete.


Huete


Hoy son otros tiempos y, como hemos dicho, la gente mantiene un trato más fluido y más afectuoso,  así que tomen toda esta invención como algo para sonreír y no hagan como los protagonistas de la aventura del rebuzno en El Quijote.

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