sábado, 14 de noviembre de 2015

     LOS MISTERIOSOS COVACHOS DE CUEVAS DE VELASCO

Covachos de Valamelgo


Dos expedicionarios planeando el ascenso a las cuevas

   En Las Cuevas de Velasco, desde  del mirador de El Castillo, se observan bien los covachos de Valamelgo. Curso arriba del mayor, a la altura del Camino de la Virgen, en el paraje denominado El Perdigón, existen otras cuevas de características parecidas. También en la Hoya, en la Peña del Aguililla se halla otra cueva. Bajo las peñas en las que se asienta Las Cuevas de Velasco también se abren varios covachos. Es muy probable que todas estas grutas, ya sea artificiales ya naturales fueran las que dieron el nombre al pueblo.

   Las cavernas más alejadas del pueblo se caracterizan por encontrarse en alto. El acceso a ellas es complicado. Sólo es posible alcanzarlas escalando o mediante artilugios preparados al efecto y escaleras.



   ¿Cómo se formaron estas cuevas? ¿Qué utilidad  se les dio? Las leyendas contadas en el pueblo desde tiempos inmemoriales no explican bien cómo se formaron las cuevas pero sí para qué sirvieron. Se dice que allí se encerraban los ganados. Los pastores, en unos tiempos mucho más peligrosos que los actuales para los rebaños, encerraban allí sus ovejas cerrando las puertas con tupidas empalizadas.

   Uno se pregunta cómo es posible que los rebaños subiesen a esa altura a la que se encuentran los covachos. Pero la tradición nos lo aclara: se cree que las cuevas se encontraban en los tiempos remotos a nivel del suelo, por lo que tanto personas como animales podían acceder sin el menor obstáculo.  Y que con el paso de los siglos, la tierra fue rebajándose quedando las entradas de las cavernas cada vez más elevadas. Esa sería la explicación del porqué las cuevas hoy se encuentran  a seis u ocho metros del suelo.

   A pesar de lo atractivas que resultan para espeleólogos o curiosos, todas estas covachas han sido poco frecuentadas. Tenemos noticias de una cordada que logró descender a los covachos del Perdigón hace unos 40 años. Hablaron entonces de trazas de construcciones en el interior de las cuevas, así como que algunas de ellas estaban comunicadas. También se sabe de otra expedición que logró subir a los de Valamelgo, o, mejor, bajar, porque algunos de sus integrantes se descolgaron desde lo alto de la peña, hará unos treinta años.  Y de algunas personas que treparon a la cueva solitaria de la Peña del Aguililla. En esta última estuvo quien escribe hace ahora unos quince años.  La cueva de la Peña del Aguililla es ancha, pero no demasiado profunda. Llaman la atención unos muretes de argamasa construidos en su interior separando cinco estancias que se abren en abanico desde la boca de entrada. No se observan estratos, salvo una cantidad considerable de excrementos de aves. Entre el polvo encontramos una anilla de las que se usan para anillar las aves, con un teléfono de Sevilla.


Habítáculos, nichos y michinales


   Cabe la posibilidad de que dichas oquedades fuesen aprovechadas como apriscos o corralizas por  los pastores. Sin embargo la explicación de que el terreno se ha rebajado y las cuevas, antes accesibles a pie llano, ahora han quedado elevadas, no parece muy convincente.

   Sugerimos aquí, a modo de hipótesis,  tres posibles usos bien distintos al que les adjudican estas leyendas.  Hemos visto por otros lugares covachas como las del término de Las Cuevas de Velasco, asociadas muchas veces a necrópolis de tumbas antropomorfas en sus proximidades. Sabemos que los primeros monjes adoptaban la forma de vida anacoreta dedicados a la oración y a la penitencia, ocupando muchas veces cavidades en la roca o construyéndolas ellos mismos. Tampoco era raro que se alojasen en lugares solo accesibles mediante escaleras o ingenios construidos a propósito.

   Una segunda hipótesis, alejada también del uso de dichas cuevas como apriscos, apuntaría hacia su utilización como cuevas mortuorias en épocas prehistóricas.



Cueva de El Perdigón con alcoba.

Cueva refugio de El Perdigón



   La tercera hipótesis, que nos parece la más plausible, sugiere que durante la Edad de Hierro, hace unos 2500 años, seguramente en un periodo muy convulso, el hombre construyó estas grandes cuevas en alto para protegerse de sus enemigos. Existen numerosos ejemplos en toda la cuenca del Tajo, aunque no se han estudiado en profundidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario. Gracias.