LOS
MISTERIOSOS COVACHOS DE CUEVAS DE VELASCO
Covachos de Valamelgo |
Dos expedicionarios planeando el ascenso a las cuevas |
En Las Cuevas de Velasco, desde del mirador de El Castillo, se observan bien los
covachos de Valamelgo. Curso arriba del mayor, a la altura del Camino de la
Virgen, en el paraje denominado El Perdigón, existen otras cuevas de
características parecidas. También en la Hoya, en la Peña del Aguililla se
halla otra cueva. Bajo las peñas en las que se asienta Las Cuevas de Velasco también
se abren varios covachos. Es muy probable que todas estas grutas, ya sea
artificiales ya naturales fueran las que dieron el nombre al pueblo.
Las cavernas más alejadas del pueblo se
caracterizan por encontrarse en alto. El acceso a ellas es complicado. Sólo es
posible alcanzarlas escalando o mediante artilugios preparados al efecto y
escaleras.
¿Cómo se formaron estas cuevas? ¿Qué
utilidad se les dio? Las leyendas
contadas en el pueblo desde tiempos inmemoriales no explican bien cómo se
formaron las cuevas pero sí para qué sirvieron. Se dice que allí se encerraban
los ganados. Los pastores, en unos tiempos mucho más peligrosos que los
actuales para los rebaños, encerraban allí sus ovejas cerrando las puertas con
tupidas empalizadas.
Uno se pregunta cómo es posible que los
rebaños subiesen a esa altura a la que se encuentran los covachos. Pero la tradición
nos lo aclara: se cree que las cuevas se encontraban en los tiempos remotos a
nivel del suelo, por lo que tanto personas como animales podían acceder sin el
menor obstáculo. Y que con el paso de
los siglos, la tierra fue rebajándose quedando las entradas de las cavernas
cada vez más elevadas. Esa sería la explicación del porqué las cuevas hoy se
encuentran a seis u ocho metros del
suelo.
A pesar de lo atractivas que resultan para
espeleólogos o curiosos, todas estas covachas han sido poco frecuentadas.
Tenemos noticias de una cordada que logró descender a los covachos del Perdigón
hace unos 40 años. Hablaron entonces de trazas de construcciones en el interior
de las cuevas, así como que algunas de ellas estaban comunicadas. También se
sabe de otra expedición que logró subir a los de Valamelgo, o, mejor, bajar,
porque algunos de sus integrantes se descolgaron desde lo alto de la peña, hará
unos treinta años. Y de algunas personas
que treparon a la cueva solitaria de la Peña del Aguililla. En esta última
estuvo quien escribe hace ahora unos quince años. La cueva de la Peña del Aguililla es ancha,
pero no demasiado profunda. Llaman la atención unos muretes de argamasa
construidos en su interior separando cinco estancias que se abren en abanico
desde la boca de entrada. No se observan estratos, salvo una cantidad
considerable de excrementos de aves. Entre el polvo encontramos una anilla de
las que se usan para anillar las aves, con un teléfono de Sevilla.
Cabe la posibilidad de que dichas oquedades
fuesen aprovechadas como apriscos o corralizas por los pastores. Sin embargo la explicación de
que el terreno se ha rebajado y las cuevas, antes accesibles a pie llano, ahora
han quedado elevadas, no parece muy convincente.
Sugerimos aquí, a modo de hipótesis, tres posibles usos bien distintos al que les
adjudican estas leyendas. Hemos visto
por otros lugares covachas como las del término de Las Cuevas de Velasco,
asociadas muchas veces a necrópolis de tumbas antropomorfas en sus proximidades.
Sabemos que los primeros monjes adoptaban la forma de vida anacoreta dedicados
a la oración y a la penitencia, ocupando muchas veces cavidades en la roca o
construyéndolas ellos mismos. Tampoco era raro que se alojasen en lugares solo
accesibles mediante escaleras o ingenios construidos a propósito.
Una segunda hipótesis, alejada también del
uso de dichas cuevas como apriscos, apuntaría hacia su utilización como cuevas
mortuorias en épocas prehistóricas.
Cueva de El Perdigón con alcoba. |
Cueva refugio de El Perdigón |
La tercera hipótesis, que nos parece la más
plausible, sugiere que durante la Edad de Hierro, hace unos 2500 años,
seguramente en un periodo muy convulso, el hombre construyó estas grandes
cuevas en alto para protegerse de sus enemigos. Existen numerosos ejemplos en
toda la cuenca del Tajo, aunque no se han estudiado en profundidad.
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