jueves, 4 de agosto de 2016


                                  LA VISITA DEL BIBLIOBÚS



Recién estrenado el mes de agosto, a eso de la una del mediodía, cuando el calor comienza a acoquinar a esta vieja aldea de Cuevas, hace su entrada en la plaza el Bibliobús. El vehículo luce vivos colores, de fuerte contraste con el aspecto sobrio y gris de la mayoría de las construcciones. Se diría que ofrece esta panoplia de colores para atraer a los lectores, usando las mismas armas con las que las flores atraen a los insectos.



Al instante llegan los primeros clientes, los niños, dejan sus bicis y suben raudos al estómago de este mastodonte. Comienzan a hojear los libros, lo cual no inquieta lo más mínimo al bibliotecario, que vigila de manera relajada a los pequeños. Otro empleado prepara un minidespacho donde después tomará nota de los préstamos y de las devoluciones, así como de la apertura de algún carné.

- ¿Qué? ¿Se lee mucho en el pueblo? - pregunto al encargado.

- Pues la verdad es que no. Pero no es cosa del pueblo sino de toda la zona que llevamos nosotros. Cada vez hay menos gente y más mayor.

- ¿Y qué tipo de libros se prestan más?

- Pues mayormente novelas, ¿sabe usted? Novelas y libros de temas históricos.

En poco tiempo, se ve bastante concurrido el bibliobús. Hay incluso una pequeña cola de niños esperando a formalizar el préstamo del libro que llevan en la mano.



- Claro, cuando llegamos en época de vacaciones, hay niños, como ve, pero luego, en el invierno aquí no queda casi nadie.

- ¿Y cada cuánto tiempo vienen ustedes?

- Pues lo suyo es una vez al mes. Pero así como ahora, como cogemos las vacaciones en septiembre, ya no volveremos hasta octubre.

Se acercan los primeros adultos a la biblioteca ambulante con sus libros bajo el brazo. Los saludos son afectuosos e informales, como corresponde a gente que se conoce. El bibliotecario conoce bien a sus lectores habituales y ellos se dirigen a él como lo harían a su tendero.



- No he podido con este libro – se lamenta un lector asiduo- . Y es que tiene una letra tan pequeña que no hay modo de leer.

- Vaya – se lamenta el bibliotecario tomando el libro y hojeándolo- ¿Pues sabes que tienes razón? A ver si te busco algo que tenga la letra más grande. Vamos a ver.

Y el hombre se dirige hacia el final del bus y da a elegir al lector entre tres o cuatro ejemplares.

- Entonces, ¿dices que no volvéis hasta octubre? 

- Eso es -responde el bibliotecario.

- Pues, entonces, no sé si llevarme tres en vez de dos, como hago siempre.

Una joven, empeñada en poner en marcha un taller de lectura durante el mes de agosto, pregunta al bibliotecario y pide consejo. El hombre la atiende con interés y la orienta sobre los títulos más adecuados.



El bibliobús cuenta con una sección amplia de literatura infantil y juvenil, un rincón para cómics y un apartado destacado para videolibros y CDs.

Después de hora y media de estancia en la plaza de Cuevas, el bibliobús sale con dirección a Jábaga, donde tiene su próxima misión.

Uno se pregunta qué futuro tienen estos autobuses-biblioteca, con pueblos casi desiertos y con la llegada de los libros electrónicos. Y sin embargo, este trato cercano y familiar, así como el servicio casi hasta la puerta de tu casa, nos ha parecido algo fantástico, algo que merecería conservarse de algún modo. Cada persona debería tener su bibliotecario, como tiene su médico de cabecera.


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