domingo, 7 de agosto de 2016




                             SAN LORENZO DE CABRILLAS


Valdecabrillas es una pedanía de Navalón, situada en el curso alto del río Mayor de Villar del Maestre. Quizás recibe ese nombre porque al principio fue un pueblo de cabreros. 

Hay referencias antiguas a esta pequeña población, concretamente hemos podido encontrar datos del siglo XIV, en un registro demográfico que hace referencia al traslado a este lugar de dos familias.



Por las construcciones y el perímetro que llegó a tener es posible que en algún momento alcanzase los 100 habitantes o quizás algo más. Pero desde hace ya más de medio siglo, Valdecabrillas está prácticamente deshabitada. Conocimos a los tres últimos moradores y ahora, en los largos y fríos inviernos de la zona, nadie habita de forma continua en el núcleo de la aldea. Hay tres o cuatro casas arregladas y un chalé de veraneo, pero el resto de la población es un montón de escombros.



Desde siempre hubo buen trato entre las gentes de Cuevas y las de Valdecabrillas, e incluso algunos vecinos del pueblo emparentaron con personas naturales de la pedanía. 

El sacerdote de Las Cuevas se ocupaba de atender esta pequeña comunidad y allí acudía con uno o dos monaguillos a los sepelios o a las fiestas.

El patrón de Valdecabrillas es San Lorenzo, cuya festividad se celebra el 10 de agosto. Y con motivo de este día desde siempre ha acudido gente de Las Cuevas, es posible que atraídos también por el acto llamado sopar, una especie de ágape con el que se obsequiaba a los visitantes, consistente en un bollo que se mojaba en zurra o en vino.



Durante este año, hemos participado de la fiesta de San Lorenzo, adelantada al día 6, diez personas de Las Cuevas, incluso con el pequeño coro de nuestro pueblo. 

No deja de ser entrañable ver a las gentes, venidas desde distintos lugares, reunirse una vez al año alrededor de su patrono y en su terruño. Durante la Santa Misa hubo recogimiento y emociones a raudales, con vivas al santo, al sacerdote y al acompañamiento.

La procesión parte de la pequeña iglesia y discurre por entre las ruinas de la aldea, de las cuales emergen, como única nota de vida cuatro moreras dispersas que producen unas moras deliciosas y que justamente en este tiempo están maduras.





Al finalizar las ceremonias religiosas tiene lugar el refrigerio para el cual los cabrillanos se vuelcan con los visitantes y se deshacen en atenciones.









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