miércoles, 16 de diciembre de 2015



        NOTICIAS SOBRE LA INQUISICIÓN EN LAS CUEVAS

La Inquisición, creada en el año 1478 llegó una década después a Cuenca donde trabajó con vigor durante siglos.
La función del Santo Oficio era el velar por la pureza de la fe y defenderla de los herejes, sin embargo con el tiempo acabó convirtiéndose en un instrumento de terror para la gente y en un organismo peligroso pues se financiaba con lo que expropiaba a los infelices que caían en sus redes.
En las ciudades notables, como era el caso de Cuenca tenía tribunal, casa, prisiones y un buen número de funcionarios a sus servicio. En cambio en las ciudades menores y en las villas, los representantes eran vecinos del concejo que poseían el título de familiar del Santo Oficio.

Casona que fue sede del Tribunal de la Santa Inquisición de Cuenca.

En Las Cuevas de Velasco llegó a haber dos familiares del Santo Oficio. Se trataba de personas que debían acreditar limpieza de sangre y unos avales de ejemplaridad evaluados por miembros de la Suprema y contrastados por otros vecinos. La diginidad de familiar del Santo Oficio era muy apreciada porque la persona que la portaba gozaba de importantes privilegios a nivel social, tributario, militar y de otra índole.
En realidad, los familiares de la Santa Inquisición eran espías o agentes que denunciaban los casos de herejía o conducta torcida que veían en su vecindario. Y no solo denunciaban los casos sino que eran quienes procedían a detener a los acusados y los trasladaban a las sedes de los tribunales.

En el año 1560, antes ya de la construcción de la iglesia, había en Las Cuevas de Cañatazor dos familiares al servicio de la Inquisición. Aproximadamente un siglo después seguían vigilando la fe y las buenas costumbres dos familiares. En el año 1748 no se registran familiares de la Santa Inquisición en nuestro pueblo, pero, por el escudo que puede contemplarse aún en la casa de la calle Atocha, en 1796 había en el pueblo al menos una familiatura al servicio del tribunal inquisitorial. Según el tamaño de la villa, en estas casas, además del escudo, podía haber también algún calabozo o una habitación adecuada para encerrar a los acusados antes de trasladarlos al tribunal que vería sus causas.

Escudo de la Inquisición en la calle Atocha de Cuevas de Velasco. La espada simboliza la firmeza contra la herejía y la palma, la reconciliación de los arrepentidos.

Estos familiares u otros de los que no nos ha quedado memoria fueron los encargados de elevar las denuncias de convecinos, de las cuales conocemos al menos diez.

El caso más antiguo del que se tiene noticia fue el seguido en el año 1559 contra un tal Lucas Martínez, sacristán de la antigua iglesia de Las Cuevas de Cañatazor. La acusación que se presentó contra este sacristán fue la de “pronunciar palabras malsonantes”, actos por los cuales fue penitenciado, es decir, condenado a cumplir la penitencia que ordenaba el Santo Tribunal y a pagar multa o al menos los gastos de su proceso.
En el año 1561 se llevó ante el Santo Oficio a dos vecinos de Las Cuevas de Cañatazor: Juan López, sastre de profesión, y Pascual Rubio, El Viejo, labrador. A ambos se les acusó de igual delito: palabras contra la fe. Y ambos fueron penitenciados por el Tribunal.
En el año 1567, el cura Pedro Mesena, residente en Las Cuevas de Cañatazor fue acusado de pronunciar palabras heréticas. El proceso se suspendió bien por falta de pruebas, por encontrarlo inconsistente el Tribunal o por otras razones.
Un año después, el cardador Pascual Cambronero, vecino también de Las Cuevas fue condenado por “errores en el sexto mandamiento”.
En 1570 el trabajador Gonzalo Sánchez fue también penitenciado por el Tribunal de la Santa Inquisición de Cuenca por pronunciar palabras heréticas.
En 1604 se refiere el caso de un fraile carmelita, por nombre Fray Juan Juárez de Salinas al que se acusó de no estar ordenado de evangelio y misa, es decir que no era sacerdote y estaba ejerciendo como tal.
En 1764 al vecino Lucas García se le acusó de “errores sobre el sexto mandamiento”. El Tribunal suspendió el proceso.
En 1817 el sacerdote D. José Rincón fue acusado por la Santa Inquisición de solicitación (solicitar servicios sexuales durante la confesión a las penitentes). El proceso se declaró suspenso.

Entreplaza e iglesia de Cuevas al atardecer.


En muchas ocasiones los incautos que caían en delito lo hacían por el gusto de hablar de religión sin conocimiento, lo cual les llevaba a meterse en los fragosos caminos de la herejía. En otras ocasiones se trataba de individuos lascivos, irreverentes y alocados, como el caso de algunos reos de Villar del Maestre, acusados de fornicarios, trigamia, anteponer S. Francisco de Asís a Cristo, solicitación, blasfemia, proposiciones y hechos escandalosos... Toda esta progenie, amén de algún judaizante, raro en estos pueblos; luterano, más raro aún o morisco eran la carnaza de la Inquisición, institución que celebraba sus autos de fe en la ciudad de Cuenca, en la plaza Mayor con un boato y una espectacularidad que asombraba y atemorizaba a la gente. Había quemadero, en el actual jardín de la Diputación, y a él fueron arrojados muchos condenados que no se retractaban o que recaían en la herejía. El vetusto edificio de la Santa Inquisición, hoy restaurado como Archivo Histórico Provincial, está situado en las proximidades del castillo de Cuenca. Y precisamente allí hemos obtenidos los datos aquí expuestos.  

Edificio sobre la hoz del Huécar donde tuvo su sede la Suprema Inquisición.

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