domingo, 24 de abril de 2016





                       SEMBLANZA DEL TÍO MARCOS


Pastor alcarreño con sus ovejas.



En los pueblos cada generación suele dar unos pocos personajes que son individuos de prodigiosa memoria y que sienten verdadera pasión por las tradiciones, los dichos, las canciones populares, las retahílas y, en general, los hechos dignos de memoria. Estas personas son la correa de transmisión que entrega el testigo del saber local a la siguiente generación y de este modo se perpetúa “lo que el pueblo sabe”, significado literal del término folklore. Así se ha preservado el tesoro de la cultura local también en nuestro pueblo.

El tío Marcos fue una de estas personas. Era un tipo bueno, trabajador y con una sensibilidad especial para la cultura local. Tuve la suerte de conocerlo. Recuerdo cuando regresaba al atardecer por la cuesta hasta el pueblo a lomos de su burra, cantando. Estuve también presente el día de su extremaunción, a pocos días de su fallecimiento.

Pero cedo la palabra a Antonio Ballesteros, quien realizó una breve semblanza del tío Marcos en el número 3 de la revista El Otero, allá por el año 1983.

Marcos Tomico Culebras, hijo de Eustasio y de María. Nació en Cuevas de Velasco el día 16 de noviembre de 1891. Viene de familia de tejedores. 

Recuerdo que cuando era chico había en el portal de la casa de sus padres unas grandes devanaderas que ocupaban toda la habitación. Era uno de los doce rústicos telares que existieron en este pueblo.

Cuando era yo muy pequeño, el tío Marcos estaba de pastor con el ganado de mi casa y me contaba muchísimas historias. Me cantaba villancicos, En la noche oscura, El niño, Las doce palabritas, Madre a la puerta hay un niño, El arado, La barajita de naipes, Ya no va el cura a maitines…

Cada vez que llega la Nochebuena ¿cómo no recordar al tío Marcos? Él ponía alma, vida y corazón al cantar los villancicos al son de la zambomba, que tocaba magistralmente.

Nos causaba una gran admiración la prodigiosa memoria que tenía este hombre. Para no saber ni leer ni escribir hay que ver la cantidad de cosas que almacenaba en su cabeza, más bien pequeña. Si hubiese cursado estudios habría llegado muy lejos.

Nunca lo vi enfadado; siempre alegre montaba en su borrica para ir a traer leña y no cesaba de cantar en el camino.

Tuve la gran suerte de grabar sus villancicos en una cinta de cassette para luego publicarlos en un libro juntamente con el folklore del pueblo, pues de lo contrario se hubiesen perdido con su muerte. Al poco tiempo de efectuar esta grabación cayó enfermo, perdiendo con esta enfermedad totalmente la memoria.

Murió el día 26 de abril de mil novecientos setenta y tres, precisamente un día después del de su santo.

¡Tío Marcos, no lo olvidaremos!

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