sábado, 18 de junio de 2016






                         EMBELLECIMIENTO DEL PUEBLO


Hace cincuenta años, Cuevas de Velasco vivía aún como en la Edad Media. Era una villa que se autoabastecía casi de todo. Llegaban las sardinas frescas, eso sí, y los plátanos y algún que otro producto de climas más benignos, como las naranjas, o de labores complejas, pero, en esencia, el pueblo, con sus vetustas construcciones, sus calles sin asfaltar, sin red de saneamiento ni agua corriente, era un poblado del medioevo.

La omnipresente parra, la higuera y un solar limpio en primer plano.


Se encerraban en el pueblo seis o siete ganados, con las consiguientes pestilencias y suciedades. Cuando llovía, cosa que sucedía con harta frecuencia, las calles se convertían en barrizales. Un centenar de mulas, machos y asnos iban y venían por las calles y en los corrales, con más de dos mil gallinas, unos cien cerdos y multitud de conejos y gallinas fermentaba el estiércol con el que abonar los campos.

Por otro lado, el pueblo comenzaba a quedarse sin gente. Muchas casas abandonadas se venían abajo, de tal manera que manzanas enteras no eran sino montones de ruinas. Y la Peña era el estercolero general al cual se arrojaba lo mismo una banca carcomida, que escombro de las obras que un animal muerto.



Curiosamente, hoy, cuando el pueblo se queda sin habitantes, su aspecto es magnífico: alcantarillado, planta potabilizadora, calles asfaltadas e incluso pavimentadas, peña adecentada, parque, fuente remozada, frontón polideportivo, centro social, solares limpios...

Si no lo habíamos descubierto aún ya va siendo hora de que entendamos todos que tenemos un pueblo muy bello. Nos falta, no obstante, el paso para convertirlo en un pueblo de ensueño.

El cableado debería ser más discreto.


Tenemos a favor los bellos paisajes, la magnífica iglesia, el carácter de la gente, las comunicaciones, algunos rincones de calidad, la tranquilidad, las fiestas, las tradiciones, una colonia de verano que mantiene bien el ambiente….

Nos falta el adecentamiento general y la ornamentación del pueblo de tal manera que deje de ser un pueblo más de las decenas de pueblos alcarreños o serranos que hay alrededor y se convierta en un ejemplo único de lugar en el que los vecinos se vuelcan con el cuidado y la imagen del casco urbano y sus alrededores.




Cito diez medidas que supondrían un cambio notable en Cuevas de Velasco:

1. Conservar las parras que ya existen y animar a todo el vecindario a que plante nuevas parras ante sus fachadas. La parra es el elemento más genuino de estos pueblos. Embellecen las fachadas, las engalanan, suavizan sus perfiles sobrios y alegran sus tonos monocolor.

2. Plantar árboles en el casco urbano. Se han ido plantando algunos árboles, como el caso del Olmillo, el atrio, la plaza, el Mirador, la Peña… Y eso está muy bien, pero no basta; es necesario continuar en esa dirección e incrementar el número de árboles y arbustos. Elegir especies familiares, como el olmo, el paraíso, la acacia, el ciprés… y aprovechar cualquier espacio por pequeño que parezca. Asimismo conviene estar atentos a cualquier tipo de tala, sea con la escusa que sea, e impedirla.

Cipreses en la calle del Cantón


3. Cuidar los jardines existentes y ajardinar cualquier zona que se preste a ello. El Parque del Castillo, el Jardincillo de las escuelas y la zona marginal del la calle del Cantón deben ser objeto de cuidado y conservación.



4. Transformar las entradas al pueblo. La entrada a un pueblo dice mucho de la gente que mora en él. La entrada por la carretera, ofrece unas posibilidades excepcionales para convertirla en lugar de acogida a las gentes que llegan a nuestros pueblo. El talud del Terrero, hasta más arriba del Calvario, debe ser vestido con árboles y arbustos. Igualmente, la ladera de la entrada por la carretera de Villar del Maestre debe ser objeto de un plan de ajardinamiento.




5. Maceteros, tiestos, jardineras y arriates son los soportes por excelencia de la jardinería móvil. En Cuevas hay muchos ejemplos de vecinos que se afanan por embellecer sus puertas con plantas y flores. Este ejemplo debería seguirse, incluso por parte de las personas que no residimos en el pueblo durante todo el año.

6. El cableado del pueblo es infame. Claro, no voy a ser yo quien pretenda casi un imposible, como sería soterrar o canalizar todo el cableado para que no resulte antiestético, pero, al menos en los lugares más sensibles, como el edificio de la Iglesia, el Arco y alguna casa notable sí podría hacerse algo para evitar los feos cables.

Los cables enturbian la imagen del Arco.


7. En cuanto al color de las fachadas de las casas, de siempre se prefirió aquí el blanco, por aquello de usar la cal o el yeso. Ese es el aire antiguo de la mayor parte del pueblo, pero en las dos o tres últimas décadas se han ido incorporando con éxito otros tonos, como el amarillo albero, o cualquiera de los colores clásicos del casco antiguo de la capital, como el azulón ( imitando la antigua fachada del Ayuntamiento de Cuevas), ocres, verdes, grises, etc.

8. La limpieza es fundamental en cualquier intento de embellecer el pueblo. Hay que seguir comportamientos cívicos en este sentido y cada cual debe limpiar lo que ensucia. Es importante evitar que los paseos de la peña y otras zonas se conviertan en un WC para perros.

Parra en invierno.


9. Estaría bien que pudiésemos contar con alguna obra de arte en la vía pública dedicada a la tranquilidad, al hombre de los pueblos, a los oficios de antes…

Parra en verano.


10. Una comisión cívica debe explicar e impulsar estos proyectos y otros muchos que puedan plantearse. El empeño de los vecinos unidos en una tarea así sería muy bueno para la convivencia entre todos.

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