martes, 12 de enero de 2016



                CUANDO LA RIVERA ERA UN VERGEL…
                             ¿HAY SOLUCIÓN AÚN?

Desolador panorama de los antiguos huertos de la Rivera

   Primero se produjo el abandono de los huertos. Ya no salía rentable cultivar los pepinos, los tomates  o los pimientos, siempre acechados por el riesgo de las plagas, una floración defectuosa, un viento inoportuno o una meteorología adversa. Resultaba mucho más cómodo, dónde va a parar, salir a la puerta y comprar las hortalizas al tío del camión.
   Luego llegó la enfermedad de los olmos, que redujo el verdor de la Rivera a un yermo macilento. Y finalmente el tiempo, el abandono total y el paso de los rebaños han convertido el antiguo paraíso en un árido desierto.
   En la Rivera, en un tiempo, hubo hasta medio centenar de cuidados huertos. Las higueras, los olmos, los saúcos, los densos zarzales, decenas de plantas que crecían con lujurioso ímpetu formaban un tupido vergel por el que las sendas que conducían a los huertos se abrían paso mediante túneles vegetales. La cantinela del agua en las regueras y en el fondo del barranco, los gorjeos del ruiseñor, el dulce silbo de la oropéndola, el relincho del pájaro carpintero y el cuchicheo de las urracas eran las melodías de aquel oasis.
   Quienes lo conocimos lo añoramos. ¡Cómo no echar de menos aquella explosión de vida que te hacía sentir la magia de la naturaleza a solo unos metros del pueblo!

La Rivera, con las ruinas del antiguo molino de aceite, vista desde El Otero

   Aun a sabiendas de que suena a quimera, presentamos aquí el primero de los proyectos de desarrollo y mejora para la villa de Cuevas de Velasco.
   La idea consistiría en poner en funcionamiento algunas de las zonas de huertos antiguamente explotadas en el término del pueblo de Cuevas, especialmente aquellas en las que no suele faltar el agua.
Las tres zonas con mayores posibilidades para desarrollar estos proyectos serían:  La Rivera, El Rebollar y Valdemoralejo.

Barranco de la Rivera, desde la Cruz del Cura

En estos tres lugares los antiguos huertos están perdidos e incluso en peligro de ser arrasados por la erosión y el abandono. Salvo en Los Cañamares y en la Peñuela ya no hay huertos plantados y las antiguas acequias, regueras,  pozas, muros de contención, etc. se deterioran sin remedio.
Convertir estos parajes en modernos huertos con producción real de hortalizas, verduras y frutas ecológicas podría ser una actividad perfectamente rentable.
El mayor inconveniente, a priori,  es el hecho de que se trata de parcelas minúsculas, de propiedad privada y es bien conocida la resistencia de la gente de los pueblos a la cesión de estos espacios. Y ahí justamente es donde debería emplearse la autoridad local o la institución que promoviera esta iniciativa. La renta a los propietarios de los huertos, de los que hoy no reciben nada absolutamente, sería precisamente el costo de la obra de adecuación y puesta es producción de las parcelas. Podrían alquilarse o explotarse por periodos de cinco o diez años renovables.


Aun conociendo las escasas posibilidades económicas de estos ayuntamientos, cada año pueden recabarse unas cantidades que podrían emplearse en la adecuación y limpieza del sistema de riego y de los antiguos accesos.
El papel de las autoridades debería afrontar también el estudio de la viabilidad legal del proyecto y las gestiones con los propietarios de los huertos, así como la captación mediante concurso de la familia que llevase a cabo la explotación.
Al tratarse de una iniciativa novedosa en una zona en altísimo riesgo de despoblamiento habría que recoger todas las ayudas, subvenciones y exenciones que puedan conseguirse. Para ello se requiere un estudio concienzudo previo del proyecto y de su viabilidad tanto técnica como económica. Habría que informarse perfectamente, visitar explotaciones semejantes, seleccionar a  personas experimentadas, buscar mercados y clientes particulares, etc.
La calidad de las verduras, hortalizas y demás productos la garantizarían: la ausencia total de fertilizantes, herbicidas, plaguicidas y demás sustancias químicas en el proceso de producción; la tradicional calidad y exquisitez de los productos hortofrutícolas locales, la pureza de las aguas usadas en el riego, la limpieza de las tierras sempiternamente abonadas con estiércol natural y la altitud y limpieza del aire de estas tierras.

                                 
                                             Manantial y regato de El Rebollar

En La Rivera calculamos que habría disponible una superficie de más de tres mil metros de tierra apta para estos huertos ecológicos. En El Rebollar, más de ocho mil metros.


Los beneficios de una iniciativa así serían importantes para el pueblo: por un lado se evitaría la erosión, destrucción e incluso desertización de algunos de estos parajes abandonados ya desde hace décadas. El paisaje cambiaría de aspecto estas zonas y elevaría el valor  hoy prácticamente nulo de estas pequeñas propiedades. Por otro lado se ofrecería ocupación en el pueblo a un par de personas, quizás una familia.

1 comentario:

  1. A mí esto me parece muy bonito, pero harto complicado de llevar a cabo. Pero reconozco que esto es mejor que no hacer ninguna propuesta. ¡Ánimo!

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