CUANDO LA RIVERA ERA UN VERGEL…
¿HAY SOLUCIÓN AÚN?
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Desolador panorama de los antiguos huertos de la Rivera |
Primero se produjo el abandono de los
huertos. Ya no salía rentable cultivar los pepinos, los tomates o los pimientos, siempre acechados por el
riesgo de las plagas, una floración defectuosa, un viento inoportuno o una meteorología
adversa. Resultaba mucho más cómodo, dónde va a parar, salir a la puerta y
comprar las hortalizas al tío del camión.
Luego llegó la enfermedad de los olmos, que
redujo el verdor de la Rivera a un yermo macilento. Y finalmente el tiempo, el
abandono total y el paso de los rebaños han convertido el antiguo paraíso en un
árido desierto.
En la
Rivera, en un tiempo, hubo hasta medio centenar de cuidados huertos. Las
higueras, los olmos, los saúcos, los densos zarzales, decenas de plantas que
crecían con lujurioso ímpetu formaban un tupido vergel por el que las sendas
que conducían a los huertos se abrían paso mediante túneles vegetales. La
cantinela del agua en las regueras y en el fondo del barranco, los gorjeos del
ruiseñor, el dulce silbo de la oropéndola, el relincho del pájaro carpintero y
el cuchicheo de las urracas eran las melodías de aquel oasis.
Quienes lo conocimos lo añoramos. ¡Cómo no
echar de menos aquella explosión de vida que te hacía sentir la magia de la
naturaleza a solo unos metros del pueblo!
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La Rivera, con las ruinas del antiguo molino de aceite, vista desde El Otero |
Aun a sabiendas de que suena a quimera,
presentamos aquí el primero de los proyectos de desarrollo y mejora para la
villa de Cuevas de Velasco.
La idea consistiría en poner en
funcionamiento algunas de las zonas de huertos antiguamente explotadas en el
término del pueblo de Cuevas, especialmente aquellas en las que no suele faltar
el agua.
Las tres zonas con
mayores posibilidades para desarrollar estos proyectos serían: La Rivera, El Rebollar y Valdemoralejo.
Barranco de la Rivera, desde la Cruz del Cura |
En estos tres lugares
los antiguos huertos están perdidos e incluso en peligro de ser arrasados por
la erosión y el abandono. Salvo en Los Cañamares y en la Peñuela ya no hay
huertos plantados y las antiguas acequias, regueras, pozas, muros de contención, etc. se deterioran
sin remedio.
Convertir estos parajes
en modernos huertos con producción real de hortalizas, verduras y frutas
ecológicas podría ser una actividad perfectamente rentable.
El mayor inconveniente,
a priori, es el hecho de que se trata de
parcelas minúsculas, de propiedad privada y es bien conocida la resistencia de
la gente de los pueblos a la cesión de estos espacios. Y ahí justamente es
donde debería emplearse la autoridad local o la institución que promoviera esta
iniciativa. La renta a los propietarios de los huertos, de los que hoy no
reciben nada absolutamente, sería precisamente el costo de la obra de
adecuación y puesta es producción de las parcelas. Podrían alquilarse o
explotarse por periodos de cinco o diez años renovables.
Aun conociendo las
escasas posibilidades económicas de estos ayuntamientos, cada año pueden
recabarse unas cantidades que podrían emplearse en la adecuación y limpieza del
sistema de riego y de los antiguos accesos.
El papel de las
autoridades debería afrontar también el estudio de la viabilidad legal del
proyecto y las gestiones con los propietarios de los huertos, así como la
captación mediante concurso de la familia que llevase a cabo la explotación.
Al tratarse de una
iniciativa novedosa en una zona en altísimo riesgo de despoblamiento habría que
recoger todas las ayudas, subvenciones y exenciones que puedan conseguirse.
Para ello se requiere un estudio concienzudo previo del proyecto y de su
viabilidad tanto técnica como económica. Habría que informarse perfectamente,
visitar explotaciones semejantes, seleccionar a
personas experimentadas, buscar mercados y clientes particulares, etc.
La calidad de las
verduras, hortalizas y demás productos la garantizarían: la ausencia total de
fertilizantes, herbicidas, plaguicidas y demás sustancias químicas en el
proceso de producción; la tradicional calidad y exquisitez de los productos hortofrutícolas
locales, la pureza de las aguas usadas en el riego, la limpieza de las tierras
sempiternamente abonadas con estiércol natural y la altitud y limpieza del aire
de estas tierras.
Manantial y regato de El Rebollar
En La Rivera calculamos
que habría disponible una superficie de más de tres mil metros de tierra apta
para estos huertos ecológicos. En El Rebollar, más de ocho mil metros.
Los beneficios de una
iniciativa así serían importantes para el pueblo: por un lado se evitaría la
erosión, destrucción e incluso desertización de algunos de estos parajes
abandonados ya desde hace décadas. El paisaje cambiaría de aspecto estas zonas
y elevaría el valor hoy prácticamente
nulo de estas pequeñas propiedades. Por otro lado se ofrecería ocupación en el
pueblo a un par de personas, quizás una familia.
A mí esto me parece muy bonito, pero harto complicado de llevar a cabo. Pero reconozco que esto es mejor que no hacer ninguna propuesta. ¡Ánimo!
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