viernes, 8 de enero de 2016






NIEBLA



          

Hoy amanece despacio
y cubre la extensa vega
una madeja de niebla.
Emergen alrededor,
como estatuas sobre un palio,
cerros esmeralda y ocre
a la tibia luz del sol.

Abre sus fauces el valle
y allá desde sus entrañas
su ingrávido aliento exhala.
Un piélago de vapor
se extiende como una calle
de material diferente
que partiendo desde oriente
va hacia la puesta de sol.

Y en esta escena parece,
con la aldea en la montaña,
la niebla una mar extraña.
Y es el pueblo un galeón
donde los vahos rompientes,
desvahídos, se disipan,
como las ondas marinas
contra un pétreo malecón.

La niebla es un facistol
sobre el que se encuentra abierto
un cantoral de silencios.
La mañana es de algodón
y así que se oye algún son
lo amortigua entre su arrullo
quedando solo el murmullo
de un eco madrugador.

Las aves en el nidal
y los grillos en sus huras
recelosos de las brumas.
Nada enturbia la ilusión
de esta escena colosal.
Parece el amanecer
de los tiempos, el primer
día de la creación.

Apenas el sol naciente
envía un haz hacia el valle,
la densa mañana se abre
y, como vara mosaica,
atraviesa refulgente
el valle de fantasía
la llama que enciende el día
y el caos reinante separa.

(El poema fue escrito hace muchos años. La foto es de Sasha, de hace dos meses)

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