miércoles, 6 de enero de 2016


                  UNA SABINA CENTENARIA

Sabina albar de La Huerta

   Hubo en el pueblo de Las Cuevas de Velasco árboles de dimensiones notables. Hace medio siglo aún podían verse nogueras imponentes, algunas de las cuales fueron taladas cuando tuvo lugar la concentración parcelaria, pues de ese modo sus propietarios no perdían al menos el valor de la madera.
   Los olmos, atacados por la grafiosis, van desapareciendo inexorablemente, pero nos queda el recuerdo y algún documento gráfico de grandes ejemplares, como el del Olmillo, en cuyo tronco hueco jugamos muchas generaciones de niños, o como el olmo del callejón de la tía María del tío Julio, cuyo tronco seco aún sigue en pie.

Tronco de olmo seco en la calle del Calvario

   Hay ejemplares venerables, como el chopo del Vallejuelo, o unos añosos sauces y chopos autóctonos en el barrando del lavadero, así como estos jóvenes gigantes que crecen vigorosamente en las inmediaciones de la fuente del Caño.

Sauce cerca del lavadero

   Había un pino notable en Valdecastillejo, aunque desde siempre se dijo que los ejemplares más soberbios de pino podían encontrarse en el Chilancón y en el Hoyo de Juan Rubio, hoy en parte destruidos por un incendio.
   La sabina de La Huerta es, sin la menor duda, uno de los árboles más viejos del pueblo. Hoy goza de buena salud y presenta un aspecto magnífico. Pertenece a la especie denominada sabina albar, científicamente, Juniperus thurifera.
                         

   Se trata de un árbol de crecimiento muy lento y de vida muy larga. El ejemplar del pueblo alcanza los 10 m de altura y su tronco, a la altura de un metro, tiene una circunferencia de más de dos metros y medio. Sin embargo lo que más llama la atención es su porte de árbol elegante y proporcionado.
   Su madera es perfumada y excepcionalmente resistente a los insectos. Tradicionalmente se le adjudican a la sabina muchos beneficios para la salud, especialmente a las bolitas o gálbulas que maduran en invierno. Sin embargo son tóxicas y muchos de los supuestos usos médicos son pura superstición. Se decía que estas bolitas servían como abortivos…
    Se trata de un árbol muy resistente a las heladas. Aguanta temperaturas por debajo de los  -20° debido a que sus hojas tienen forma de pequeñas escamas.
    El único modo posible de calcular la edad que tiene un árbol es viendo el corte de su tronco, si bien hoy día existen unas barrenas especiales que permiten extraer desde la médula del tronco una columna de cuerpo leñoso.

Tronco de la sabina

   Por el grosor del tronco de otros ejemplares que hemos visto y que están bien estudiados, calculamos que la sabina de La Huerta tiene una edad de  entre 300 y 400 años. Es posiblemente, con el permiso de la carrasquilla, de la que hablaremos otro día, el ser vivo más viejo del pueblo. Este majestuoso árbol pudo haber conocido al mismísimo Cervantes, cuando el pueblo aún se llamaba Las Cuevas de Cañatazor.

   Para acercarse a conocer o visitar a esta venerable convecina no hay más que coger el camino de La Pontezuela y seguir hacia La Huerta, siempre en dirección este. 


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