UNA SABINA CENTENARIA
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Sabina albar de La Huerta |
Hubo en el pueblo de Las Cuevas de Velasco árboles de
dimensiones notables. Hace medio siglo aún podían verse nogueras imponentes,
algunas de las cuales fueron taladas cuando tuvo lugar la concentración
parcelaria, pues de ese modo sus propietarios no perdían al menos el valor de
la madera.
Los olmos, atacados
por la grafiosis, van desapareciendo inexorablemente, pero nos queda el
recuerdo y algún documento gráfico de grandes ejemplares, como el del Olmillo,
en cuyo tronco hueco jugamos muchas generaciones de niños, o como el olmo del
callejón de la tía María del tío Julio, cuyo tronco seco aún sigue en pie.
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Tronco de olmo seco en la calle del Calvario |
Hay ejemplares
venerables, como el chopo del Vallejuelo, o unos añosos sauces y chopos
autóctonos en el barrando del lavadero, así como estos jóvenes gigantes que
crecen vigorosamente en las inmediaciones de la fuente del Caño.
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Sauce cerca del lavadero |
Había un pino
notable en Valdecastillejo, aunque desde siempre se dijo que los ejemplares más
soberbios de pino podían encontrarse en el Chilancón y en el Hoyo de Juan
Rubio, hoy en parte destruidos por un incendio.
La sabina de La Huerta
es, sin la menor duda, uno de los árboles más viejos del pueblo. Hoy goza de
buena salud y presenta un aspecto magnífico. Pertenece a la especie denominada
sabina albar, científicamente, Juniperus
thurifera.
Se trata de un árbol
de crecimiento muy lento y de vida muy larga. El ejemplar del pueblo alcanza
los 10 m de altura y su tronco, a la altura de un metro, tiene una
circunferencia de más de dos metros y medio. Sin embargo lo que más llama la
atención es su porte de árbol elegante y proporcionado.
Su madera es
perfumada y excepcionalmente resistente a los insectos. Tradicionalmente se le
adjudican a la sabina muchos beneficios para la salud, especialmente a las
bolitas o gálbulas que maduran en invierno. Sin embargo son tóxicas y muchos de
los supuestos usos médicos son pura superstición. Se decía que estas bolitas
servían como abortivos…
Se trata de un
árbol muy resistente a las heladas. Aguanta temperaturas por debajo de los -20° debido
a que sus hojas tienen forma de pequeñas escamas.
El único modo posible de calcular la edad
que tiene un árbol es viendo el corte de su tronco, si bien hoy día existen
unas barrenas especiales que permiten extraer desde la médula del tronco una
columna de cuerpo leñoso.
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Tronco de la sabina |
Por el grosor del tronco de otros ejemplares
que hemos visto y que están bien estudiados, calculamos que la sabina de La Huerta
tiene una edad de entre 300 y 400 años.
Es posiblemente, con el permiso de la carrasquilla, de la que hablaremos otro
día, el ser vivo más viejo del pueblo. Este majestuoso árbol pudo haber
conocido al mismísimo Cervantes, cuando el pueblo aún se llamaba Las Cuevas de
Cañatazor.
Para acercarse a conocer o visitar a esta
venerable convecina no hay más que coger el camino de La Pontezuela y seguir
hacia La Huerta, siempre en dirección este.
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